Los JxCat tienen un peculiar concepto de la democracia: ya han dicho a Esquerra que, independientemente del resultado electoral, tienen que votar a Puigdemont de presidente. Así cualquiera.
De hecho llevan días lanzando indirectas a través de todos los medios de comunicación a su alcance. Y eso que son sus antiguos socios de gobierno. El portavoz, Eduard Pujol, en el programa FAQs de TV3, volvió a inisistir ante un Ruben Wagensberg que no sabía cómo decirle educadamente que no. Se notaba que estaba menos preparado para estas lides.
Incluso lo han puesto por escrito en el programa por si alguien tiene alguna duda: “Estas elecciones son para restaurar la democracia, no para elegir un nuevo presidente". "El Parlament escogió Carles Puigdemont como presidente de Catalunya. Impulsar cualquier otro candidato es legitimar el artículo 155 y el ataque a la democracia", añaden.
Ahí queda la cosa. Todos los que no estén de acuerdo deben ser, pues, unos antidemócrats. Al menos no los han tildado directamente de fachas. Porque habitualmente se hacen eleciones para elegir al presidente. Si el saliente no ha dado la talla o no tiene suficientes votos se elige a otro. Y ya está. La alternancia es la base de la democracia.
Por eso no acabo de entenderlo: Junqueras está en prisión. Puigdemont en Bruselas. ¿Y pase lo que pase los republicanos tienen que votar a éste último?. Quizá creen que siendo presidente -o con un buen resultado- podrá escapar a sus responsabilidades judiciales. Pero incluso en este caso parece difícil.
En realidad, Mas ya utilizó a Junqueras de tonto útil del soberanismo. Dicho con todo el respeto para el exvicepresidente. Y más si permanece en prisión. A veces el líder de ERC parece demasiado buen tío para dedicarse a la política. Va un poco de pardillo con los exconvergentes.
La antigua CDC, en efecto, se ha acostumbrado a utilizar Esquerra de muleta. Ya pasó en las elecciones del 2015. Cuando se veían con el agua al cuello tras perder doce escaños de golpe en las del 2012. Artur Mas estuvo presionando de lo lindo. Primero con aquella famosa conferencia en el Fòrum el 25 de noviembre del 2014. Tres mil asistentes. La mayoría altos cargos.
Junqueras respondió con otra intervención unos días después insisitiendo en listas separadas. Pero en los meses siguientes estuvo sometido a tanta presión -TV3, la sociedad civil- que al final claudicó. A cambio puso algunas condiciones: Romeva, por ejemplo, encabezaría la lista. En el fondo tragaron.
El pacto electoral era la manera de camuflar la caída electoral de CDC: si Mas perdía -como auguraban todas las encuestas- tenía que irse a casa como Montilla en el 2010. El invento funcionó aunque finalmente tuvo que irse a casa por la presión de la CUP. Da igual: el sucesor fue uno del PDECAT, Carles Puigdemont.
Gracias a todo ello no puede saberse la fuerza electoral de CiU primero, CDC después o el PDECAT ahora. Es una incógnita. Al contrario, siempre han encontrado un método para disimular un más que probable descenso. Y ahora, con la excusa del 155, quieren volver a ganar. Llevan haciéndolo casi treinta años.