No soy futbolero.
Sólo he ido dos veces al Camp Nou.
Una en el concierto de Lluís Llach de 1985.
Al día siguiente tenía la Selectividad.
Al volver a casa repasé Kant. Me había quedado en blanco. Las emociones, supongo.
Tuve suerte. En el examen entró el filósofo alemán.
La otra, más reciente, un día que fuimos a ver un derby Barça-Español porque en casa hay de todo. Como en Catalunya.
Como lo pagamos de nuestro bolsillo y éramos cinco pillamos las más baratas.
Nos pusieron arriba de todo. En el gallinero. Al lado de las brigadas blanquiazules. Los jugadores eran unas hormiguitas corriendo por el césped.
En mi currículum futbolístico hay que añadir también un partido de la selección catalana en Montjuïc cuando eran pequeños. Creo que contra Ecuador.
Tengo por norma no salir de casa sin un libro. Ni siquiera en acontecimientos deportivos. Debía ser el único de todo el estadio que aprovechó para leer. La verdad es que fue bastante soporífero.
Pero el hecho de que, como decía, no sea futbolero no me impide ser observador.
Y sospecho que el Barça difícilmente ganará la Liga.
Messi se irá a final de temporada.
Setién será cesado.
Bartomeu saldrá en globo.
Aparte de que, como en la Cambra, habrá una lucha encarnizada por su control que no puede beneficiar a la entidad.
En Catalunya ya sólo hay dos bandos.
Por supuesto puedo equivocarme. Un día le oí decir a Sandro Rosell una frase que me quedó grabada: "En el futbol todo depende de que la pelota entre".
Aunque haga lo que haga Messi tiene ya 33 años. Es evidente que se acaba un ciclo.
El Espanyol, por su parte, parece condenado a segunda.
Incluso con la inversión de 40 millones a media temporada.
Aquí el que hizo el negocio del siglo fue Daniel Sánchez Llibre desprendiéndose de las acciones. Mientras el propietario aguante.
El Girona, por su parte, va quinto. Lejos del ascenso.
Por eso da un poco la sensación de que el futbol catalán está cogido con pinzas.
Se aguanta por los pelos. Como el Govern.
Quizá, como en otras cosas, también hay errores propios: ir de sobraos, estirar más el brazo que la manga, no pensar en las consecuencias.
Me temo que el proceso pasará irremediablemente factura.
El Barça podía hacer frente hasta ahora al Madrid gracias a una masa social compacta.
En cambio, muchos culés han dejado de ir al Camp Nou porque no son indepes.
Las pancartas, las esteladas, las proclamas en el minuto 17.14.
Recuerdo algún tuit en este sentido.
Que la famosa transición nacional -ahora ya nadie utiliza esta expresión: ¿transición hacia dónde?- no tenga efectos colaterales más allá de la política, la sociedad o la economía.
De momento ya se ha cargado la función pública, los Mossos, TV3 y la escuela.
Hasta la Plataforma pro Seleccions parece que estaba hinchada artificialmente. Es decir, con dinero público.
Espero, en beneficio de los culés, equivocarme. Suerte también al Espanyol. Ánimo, Rufete.