Una vez mi abuela me llevó al cine del barrio y, nada más empezar la película, le pregunté: “¿Abuela, cuáles son los buenos?”.
En cuanto me lo aclaró me quedé más tranquilo.
Al principio estaba claro.
Los de la Caballería eran los buenos. Incluso los del general Custer, que morían heroicamente.
Los pieles rojas eran los malos.
Luego, con las películas de John Ford, la cosa empezó a cambiar.
Y con las películas de la II Guerra Mundial lo mismo.
Los soldados americanos eran los buenos.
Los nazis eran los malos. Malísimos.
Y los japoneses ni les cuento.
Acuérdense de “Objetivo Birmania”, aquella película de Errol Flynn en la que se deslizaban en medio de la noche para atacar a traición.
Con el proceso ha pasado lo mismo.
Los indepes se creen los buenos de la película.
Ya lo dijo Torra antes de retirarse con una pensión de 92.000 euros al año: "estamos en el lado correcto de la historia”.
El resto, no existimos.
Nos ignoran.
Hasta nos tratan a patadas.
Tenemos que pagarles sus caprichos: TV3, la Meridiana, la escuela catalana.
Y cuando digo el resto somos todo el resto.
Con los números en la mano más de la mitad de catalanes.
Escépticos, tibios, moderados. En fin, gente con los pies en el suelo.
Catalanes normales y corrientes. Los que pagamos impuestos, no okupamos casas, no cortamos avenidas, no trabajamos en la Gene, los que nos levantamos temprano para ir a currar. Clases medias en definitiva.
No conozco un independentista sin trabajo.
Además, fíjense que de indepes puros cada vez hay menos. Se pelean entre ellos.
Y andán todo el lloriqueando: por la inmersión, por la mesa de diálogo, por TV3.
Nos prometieron el viaje a Ítaca, el paraíso terrenal, helado de postre cada día.
Lo único que han conseguido es dividir Catalunya en dos comunidades irreconciliables.
A un lado los buenos.
Al otro, la chusma.
Bueno, y que Puigdemont viva a cuerpo de rey.
Pero dominan todavía la Administración, los medios de comunicación -públicos y la mayoría de privados-, la función pública.
En resumen, los mecanismos de poder: los Presupuestos, las subvenciones, las adjudicaciones.
Ha llegado el momento de decir basta.
Es la hora de actuar. Basta de tragar.