Hay que hacer urgentemente un homenaje a los del Tribunal de Cuentas.
Sí, ya sé que es un órgano politizado.
Está, por ejemplo, hermano mayor de José Maria Aznar.
Y la exmnistra de Justicia del PP Margarita Mariscal de Gante.
¿Pero que órgano no lo está?
¿Los veinte miembros del Consejo General del Poder Judicial no son elegidos a propuesta de los partidos?
¿Y la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, no fue antes ministra de Justicia?
Todavía resuenan en mis oídos aquellas palabras de Pedro Sánchez "¿La Fiscalía de quién depende?, ¿del gobierno? Pues ya está".
Así no me extraña que no se haya abierto ninguna investigación sobre los miles de muertos en residencias y la fiscalía diera carpetazo al asunto.
Pero es que, en Catalunya, que siempre nos las damos de más puros, tampoco vamos a la zaga.
¿El Consell de Garanties Estatutàries no está politizado?
Pero si llegó a tener un exsecreterio general de Esquerra, Joan Ridao.
Y hay dos exasesores paramentarios: uno de CiU, Alex Bas; y otro del PP, Carles Jaume.
El resto de miembros, como se pueden imaginar, también son propuestos por los partidos por estrictas cuotas de representación parlamentaria.
Ello no ha sido óbice, sin embargo, para que hiciera su trabajo advirtiendo de los riesgos de los plenos del 6 y 7 de septiembre del 2017 o de los de octubre de ese año.
¿Y no está politizado el CAC? ¿O TV3? ¿O el Síndic de Greuges?
Rafael Ribó pasó directamente de líder de Iniciativa -y antes del PSUC- a Síndic. En todo el proceso no ha dejado nunca de alinearse con el Govern. A este si que deberían incluirlo en la lista.
Por eso, ahora que están de moda los héroes y los homenajes, a los miembros del Tribunal de Cuentas habría que hacerles también uno.
Al fin y al cabo aquí nos sobran héores. Los últimos han sido: Marcel Vivet, al que le han caído cinco años; y Guiomar Amell, la mujer que habló con Pedro Sánchez en el Liceo.
Al primero lo vi en el FAQS. Eso sí con la madre y previo cambio de imagen. Parece que es capaz de atizar a un mosso -según los hechos probados de la sentencia- pero no defenderse sólo en un programa de televisión a favor. Ni siquiera le preguntaron si lo había hecho.
Y la segunda también salió en el Telenotícies lazo amarillo en ristre. Hasta la han entrevistado en El Periódico.
No sé si en el mismo pack podemos poner al de la sudadera naranja -a este creo que lo han absuelto- y a los del Sindicat de Llogaters, a los que el fiscal pide tres años. Ayer lunes fueron el tema estrella del Telenotícies. Hay tantos héroes en el proceso -algunos efímeros- que ya me pierdo.
Ya puestos incluso a Gonzalo Boye, a un paseo de ser juzgado por blanqueo de dinero. Hasta el expresidente Torra ha pedido un “homenaje nacional” para tan sensible víctima del proceso.
Al fin y al cabo los del Tribunal de Cuentas han demostrado cuatro cosas.
1) Que quizá la estrategia del Estado fue errónea. Más valdría haber impuesto multas y sanciones en vez de querellas judiciales.
Los catalanes, cuando nos tocan el bolsillo, somos temibles. E imaginen los indepes que se precian de ser los mejores catalanes.
Ya lo dijo aquel consejero antes de ser fulminado inmediatamente: “¡Ir a prisión? Lo aguantaría. Pero no que vayan contra el patrimonio?”. En el fondo le hicieron un favor.
2) Que la famosa caja de solidaridad debe estar vacía ¿no?
No me extraña, ha habido que pagar hasta ahora no sólo múltiples condenas sino también el ritmo de vida de Waterloo.
De algún sitio tiene que salir el dinero. Y si no sale de la Generalitat -aunque el PSOE levantó el control de las cuentas públicas- de algún sitio tiene que salir.
3) Que en todas las guerras siempre pringan los de en medio. Ahora es el turno de los cargos intermedioshttps://www.vilaweb.cat/noticies/qui-son-represaliats-tribunal-comptes-diplocat/ (Albert Royo, Amadeu Altafaj, Martí Anglada, Ramon Font, etc), de los que prendieron la mecha (Mas, Homs) o de los que ahora dicen que pasaban por ahí (Neus Munté). Algunos, por supuesto (Pau Villòria, Aleix Villatoro, etc) fueron recolocados en cuanto se levantó el 155.
De todos los interventores de la Generalitat que hicieron la vista gorda con los números: Mireia Vidal, Rosa Vidal, Francesc Cubel, Jordi Serra, Javier Acín, Virginia Astigarraga.
O del tan elogiado Andreu Mas-Colell, entonces consejero de Economía. De Mas-Colell ya hablaremos otro día porque no es que tenga una responsabilidad judicial -de eso se encargaran los jueces de dirimirlo- sino que tiene una responsabilidad mayor: una responsabilidad moral.
Él era problablemente la única persona de aquel gobierno de Artur Mas con la suficiente autoridad -brillante currículum académico, aspirante al Nobel- cómo para decir: compte, que ens la fotarem. Como los otros, no lo hizo.
Desde luego, no me alegro por ninguno de ellos. Espero que salgan bien librados. Pero no oí a ninguno protestar o advertir de los riesgos, ni siquiera los personales, durante los diez años de proceso.
Tampoco creo que toda la política exterior de la Generalitat fuera dirigida a vender el proceso en el extranjero -creo que el propio Tribunal lo estima en alrededor de un 75%- pero si que mayoritariamente iba encaminada a eso. No hablaban de otra cosa.
4) Y finalmente la conclusión más sangrante: ¿Qué se pensaban? ¿Qué el Estado no haría nada? ¿Que el proceso sería coser y cantar? El famoso la tenim a tocar (la independencia).
La verdad es que con aquella hoja de ruta del 2015 -la de los 18 meses- ya me embargó esa sensación de incredulidad.
Iban de sobraos.
En efecto, el programa electoral pactado por CDC y ERC -que formaron la coalición Junts pel Sí- era wishful tinking: gobierno de concentración, declaración de independencia, elecciones constituyentes, constitución catalana y referéndum constitucional.
El Estado, al parecer, no haría nada. Se quedaría con los brazos cruzados. La justicia no se pondría en marcha. Alfombra roja.
El independentismo cometió dos errores tremendos: uno sobrevalorar las propias fuerzas porque, con ayuda de TV3, pensó que era un sol poble y no menos de la mitad de los votantes.
La otra: subestimar al Estado. El Estado no son sólo jueces y fiscales, o policías y guardias civiles. Es también el BOE, el control del DOGC si hace falta, el CNI -aunque éstos no hallaron las urnas-, la Agencia Tributaria, el Ministerio de Asuntos Exteriores, las embajadas y como pueden ver hasta el Tribunal de Cuentas.
Y ojo: me refiero al Estado. No al gobierno de turno.
El Tribunal de Cuentas, un órgano hasta ahora semi-desconocido, nos ha abierto los ojos.