La Punteta · 27 d'Abril de 2022. 10:53h.

RAFAEL ELÍAS

Donoso escrutinio

Gusto de leer cada día, y gusto de leer en libro, en libro físico quiero decir, porque el aroma del papel impreso se me antoja dulce, y su tacto, analgésico. Me complace sentir el peso de la novela sobre mi pecho —y a veces también sobre mi corazón—, a diferencia del libro electrónico, que es ingrávido y huele a circuito y a batería, como el regusto de la cerveza 0.0, con su espuma tan hueca y artificial que casi se diría corcho blanco, que tampoco pesa.

En la ciudad donde vivo las librerías son, en su mayoría, indepes, y exhiben su odio sin complejos todos los días, siendo su preferencia Sant Jordi. Durante esa jornada esconden bajo la mesa los mejores ejemplares mientras ofrecen en primera línea de los tenderetes lo que ellos consideran literatura catalana —en realidad, literatura indepe—: libros de los trullordis (felicidades, por cierto), uno de un tal Juvillà, otro de Carod rescatado de la trastienda por si este año se vende, los habituales del procés y els fets de l’1 d’octubre (pronúnciese esto con semblante grave y profundo, mirando hacia el mar) ... Todos ellos van al alimón este año junto a los que versan sobre el auge de la ultradreta, que, para mi sorpresa, no hablan ni del PNV ni del supremacismo soberanista catalán ni del racismo selectivo de cierta clase burguesa de nuestros lares. Se trata de vender y ganar pasta, sin más. Cuánta razón tenían el cura y el barbero cuando enviaron los malos libros a la hoguera, que luego pasan cosas como ésta: al lector se le seca el cerebro.

Voy a seguir con Cervantes, que al fin y al cabo ésta es su fiesta. El manco echó tres brazos en su donoso escrutinio —una de las cimas de la literatura universal—, salvando del fuego a su propia novela La Galatea, que para eso era suya. No muchas más fueron indultadas: el Amadís de Gaula y Tirante el Blanco (Tirant lo Blanch, la primera obra cumbre escrita en valenciano), donde “comen los caballeros, y duermen, y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte”. Allí están la doncella Placerdemivida, y Quirieleisón de Montalbán, y Tomás de Montalbán, y creo yo que un poquito de Vázquez Montalbán también anda por ahí, dada la afición de su personaje Pepe Carvalho a la quema de libros tras una opípara cena.

Quiso algún diablillo cabrón que la jornada festiva de este Sant Jordidiada de germanor con el tufillo habitual— se viese empañada por un clima adverso en forma de aguacero, empapando con un llanto rabioso a los trullordis, al Juvillà, al Carod y als fets de l’1 d’octubre, como un justiciero boomerang. Ráfagas de viento racheado desparramaban y volteaban los malos libros, a algunos incluso los hacían despegar para no volver jamás, dejando caer frases de odio a su paso. A una pobre señora que paseaba por allí le cayó un “guanyarem!” en toda la cabeza. Pronóstico reservado. Muchos se lamentaban: ¿qué ha sido de los restos del prusés? ¡se los ha llevado el viento!

En una última acción desesperada, no fueron pocos los libreros que echaron mano del secador de pelo para apuntar al identitario papel mojado, como quien seca su mascota o las greñas de Puigdemont, pero el remedio fue peor; las páginas se acartonaron y perdieron aún más sus formas. El resultado, una masa de pasta de papel ilegible, grotesca y retorcida. Y una pregunta al aire: ¿llevan siempre estos libreros el secador de pelo consigo?

Dudas al margen, que nadie sufra. Generalitat y Ajuntament de BCN ya han anunciado ayudas a los libreros afectados. La editorial Raig Verd, que forma parte del colectivo Llegir en català, cifra sus pérdidas en 14.000 euros. No parece mucho, pero hagan la cuenta en el número de libros a la hoguera —donoso escrutinio— que pagaremos todos, como si se hubiesen vendido. Igual hasta el de Carod. Échense la mano al bolsillo, todo sea por llegir en català, porque aquí no se trata de leer, sino de llegir en català.

Aunque sea bueno.

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1 Comentaris

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#1 Onofre de Dip, Vigo, 28/04/2022 - 10:12

Las librerías de segunda mano de Barcelona van llenas de literatura "lacista". Son libros nuevos de trinca, con su lomo intacto, que nadie se ha tomado la molestia de leer. El típico regalo poco original, casi de compromiso, que es recibido con falso entusiasmo y que acaba indefectiblemente en el olvido.