No se pueden imaginar la mala fama que debe estar pillando Puigdemont en la UE. Él en particular y el independentismo catalán en general.
La detención del expresidente en Cerdeña ya ha pasado sin pena ni gloria, incluso para los medios de comunicación italianos.
Aunque el procesismo sigue instalado en la fábula de el món ens mira.
El presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, decía el viernes en el acto en la Plaça Sant Jaume -no consiguieron ni llenar el recinto- que era un “conflicto europeo”.
Nada más lejos de la realidad. Al contrario.
Primero fue la Operación Volhov.
Los que tienen la inmensa paciencia de seguirme ya saben que, en mi opinión, eran delirios de grandeza.
Una cosa es lo que pasara por la cabeza de Víctor Terradellas -o por el teléfono- y otra la cruda realidad.
Sin menoscabar la importancia del personaje porque estaba bien conectado con el núcleo duro del pujolismo -la propia familia Pujol- y algunos consejeros como Felip Puig.
Al fin y al cabo fue miembro de la dirección de CDC y máximo responsable de relaciones internacionales en el partido.
La pista rusa ya es otra cosa porque Josep Lluís Alay -hombre de confianza de Puigdemont, admitió los contactos e incluso los viajes.
Sigo pensando que es un quiero y no puedo pero maldita la gracia les debe hacer a los mandamases de la UE que unos políticos de un rincón de Europa en la otra punta del continente busquen el apoyo de la Rusia de Putin.
Ya saben: el caso Navalni, los derechos humanos, etc.
A ello hay que añadir el hecho de que, por donde pasa Puigdemont, solivianta a los independentistas locales.
El proceso ya ha excitado a los catalanistas de la Catalunya Nord -es decir del sur de Francia- en pos de la reunificación del territorio.
Hace años se lo dije a un independentista local: “cuanto más ruido hagáis vosotros pero para el proceso”.
En efecto, maldita la gracia le debe hacer a Francia que además tienen a Córcega -la cuna de Napoleón-, el País Vasco francés, Bretaña o Alsacia.
Me admitió que, en efecto, el catalanismo en el Rosellón llevaba cien años de retraso pero ello no es óbice que cuente con el apoyo explícito o implícito de Junts o incluso del gobierno de la Generalitat, que subvenciona toda iniciativa que se tercie.
Y en Italia ha pasado lo mismo: Puigdemont -y Jordi Sánchez- se han apresurado a hacerse la foto con los independentistas sardos.
Maldita la gracia también que les debe hacer al gobierno italiano, que ya tiene la Padania aunque vaya de baja la causa.
Puigdemont está a punto de convertirse pues en uno de esos personajes de causas perdidas. Una especie de pequeño grano en el culo de la UE.
Pero suficientes problemas tiene la Unión Europea entre el Brexit, Rusia, Afganistán, los refugiados o la inmigración como para hacerle caso.
De todos los eventuales quebraderos de cabeza es, sin duda, el último. Si acaso llega a esa categoría.
Laura Borràs y Puigdemont, en el ayuntamiento del Alguer