Sólo pido una cosa a los Reyes Magos: que, por favor, dejen de hacer el ridículo. Al menos en el exterior.
Lo veo difícil, sin embargo.
El president Quim Torra empezó su mensaje de fin de año en plan bucólico: “Navidad, Sant Esteban, fin de año, Reyes … con su alegría, su luz y su felicidad.”
Pero en cuanto dijo lo del “mandato democrático” se me apareció Marta Rovira, la ausente.
Aunque la cosa ha ido de baja. Ahora el hombre que nos ilumina desde el más allá es el senador Robert Kennedy.
Turull, en la penúltima Diada, puso como ejemplo la activista norteamericana Rosa Parks. Aquella que desafió la discriminación racial en los Estados Unidos por la vía tan sencilla de sentarse en un autobús.
El mensaje era claro: los catalanes éramos los negros que luchamos contra la opresión y los españoles los blancos que nos oprimen.
Torra conseguirá a este paso que más de la mitad de los catalanes no se identifique con la Generalitat. O que incluso dejen de sentirse catalanes.
Porque hablaba por todos. Parece que -según sus encuestas- el 80% “nos sentimos republicanos”, no aceptaremos la sentencia del Supremo y exigimos la autodeterminación.
Aunque de acuerdo con los últimos resultados electorales -y los anteriores- es sólo del 47%. No anda muy fino el hombre en matemáticas.
Lo mejor fue, sin duda, cuando volvió a apelar a una "necesaria" mediación internacional.
Viven en su mundo. En la propia burbuja que han creado.
Sólo ven TV3, leen el Ara o El Punt-Avui, escuchan Rac1 o Catalunya Ràdio porque si no no se entiende.
¿Mediación internacional? ¿Lo cualo?
La última vez que el propio Torra lo pidió por escrito a Pedro Sánchez -todavía espera respuesta- mandó copia a una treintena de jefes de estado y de gobierno. ¡Hasta al Papa! No hay constancia de que nadie contestara.
Puigdemont ya suspendió en su día la República catalana por las supuestas ofertas de mediación internacional. No había ninguna, claro. Mintió como un bellaco.
Si la hubiera habido se habría sabido. Al cabo de más de un año no hay nadie que haya dicho: nosotros lo intentamos.
Los únicos, los vascos. Y fue antes de que el susodicho se lanzara al absimo. En cuanto el lehendakari Urkullu vio que no andaba bien de la azotea se retiró discretamente.
De hecho, el propio Puigdemont publicó el pasado mes de septiembre un libro por persona interpuesta en el que apelaba directamente al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quizá porque es polaco como nosotros.
Tampoco ha habido respuesta. Lo ha ignorado completamente.
Catalunya ha perdido en el exterior el prestigio ganado a pulso desde la época Pujol. ¿Quién quiere que nos tome en serio con éstos al mando?
La desconexió de la realidad es absoluta. Hace unos días el propio Puigdemont decía en un tuit que el PSOE es un "desbarajuste” y que no se sabe quén manda.
¿Coño y él? ¿Quién manda en el Govern? ¿Y en el PDECAT? El otro día Ferran Bel decía una cosa y al cabo de unas horas Míriam Nogueras otra.
Catalunya se ha convertido en una ensalada en la que no hay ni presidente ni gobierno ni parlamento.
Feliz año. Será duro.