Uno de los mitos de la izquierda es la participación, la transparencia, el buen gobierno. Luego llegan al poder y hacen como la derecha: repartirse cargos, colocar a amigos y familiares, adjudicar subvenciones a entidades afines. Sólo hace falta repasar la gestión de Ada Colau en Barcelona o de Manuela Carmena en Madrid.
Personalmente, desde mi primera asamblea en la facultad -de eso ya hace muchos años-, soy más bien partidario de la democracia representativa en vez del asamblearismo y el cortar carreteras.
Ya dan suficiente el coñazo los políticos como para vender luego gato por liebre. Pagando impuestos y aguantando los TN de TV3 -que también pago con mis impuestos, por cierto- cumplo con creces mis deberes de ciudadano.
Todavía recuerdo, entre otras experiencias traumáticas, el bus del Estatut. Aquel que recorrió más de 50.000 kilómetros en la época del tripartito. No quiero ni pensar lo que nos costó la broma. Siempre me quedé con las ganas de saber cuantas aportaciones acabaron en el texto final. Al menos en el que salió del Parlament.
Por eso. Veamos algunos ejemplos recientes de participación. La decisión de Ada Colau de romper con el PSC con la excusa del apoyo de los socialistas a la aplicación del 155 la tomaron poco más de 2.000 personas.
El pasado día 12, en efecto, un total de 3.800 participaron en la consulta sobre la continuidad del pacto municipal. Apenas un 40% de los militantes de Barcelona En Comú.
Al final votaron a favor de romper el acuerdo 2.059 afiliados (54%) mientras que 1.736 votaron en contra (45%): 300 de diferencia en números redondos. Pero todo el mundo sabe que Colau está preparando la próxima legislatura. Sin el apoyo del aparato del partido no se habría ganado la votación.
El mismo día la CUP decidió en una asamblea celebrada en Granollers concurrir al 21-D. Ya ven: los que más la liaron -todos con el puño alzado el día de la independencia efímera- han decidido volver a concurrir a unas elecciones. Autonómicas, por supuesto. No quieren perder las subvenciones por tener grupo parlamentario. Cuando se entra en el sistema es muy difícil salir de él.
Participaron 1.125 afiliados: el 91,6% (1.007) apostó por volver a presentarse mientras que el 7,8% (86 militantes) votó en contra. TV3 iba diciendo que habían sido convocados los cuatro mil miembros de la CUP pero como ven asistieron poco más de un millar. Esto quiere decir que Catalunya ha estado pendiente de una fuerza política que apenas tiene mil militantes en activo.
El día anterior, el 86% de los socios de la ANC participaron en la consulta de la entidad para promover una lista única del soberanismo. Intento frustrado del PDECAT de influir en ERC a través de la sociedad civil -otro mito- porque como se sabe al final van separados.
En este caso, participaron unas 11.555 personas, de las que 9.922 votaron a favor, 1.379 en contra y 254 se abstuvieron. Pero no deja de ser curioso que la entidad sobre la que ha girado el proceso -y que casi ejerce de parlamento en la sombra como su nombre indica- apenas puede movilizar un poco más de 11.000 personas en una votación. En teoría tiene más de 50.000 socios.
Sin olvidar los de Demòcrates, la escisión de Unió. El pasado día 10 sometieron a consulta ir en una lista transversal con ERC, Més, Avancem, independientes y “otras formaciones que defiendan la República”. Era una manera como cualquier otra de aprobar que acabarían en las listas de Esquerra.
Básicamente porque en el PDECAT, tras haber hecho el trabajo sucio de cargarse Unió, ya no quieren saber nada de ellos. Y, por otra, porque siempre apuestan a caballo ganador. Por supuesto, si fuesen solos no sacarían ni para gastos.
El partido reveló que tiene 2.333 miembros pero que, a la hora de la verdar, participaron sólo 855, un 36,65%. Y eso que era electrònica. No tenías que moverte ni de casa.
Lo de menos, en todo caso, es el resultado: 797 a favor de coaligarse con ERC (797 votos), 40 en contra (4,72%) y 18 en blanco (2,15%). Lo cual permitirá a Toni Castellà probablemente repetir de diputado. Las terceras siglas en su carrera desde CiU, Junts pel Sí y ahora ERC. Un crack.
El otro día, dando una vuelta por Calafell, topé con un cartel de la CUP de las elecciones del 27-S. Pemanecía colgado de una farola como una reliquia. Aquel que decía: “Governem-nos”. Como si, hasta la llegada de la formación al Parlament, los catalanes no nos hubieramos gobernado nunca.
Pero ya ven: en este país han mandado mil antisistema. Así nos ha ido. La Catalunya de los mil. Si hubiera un Jenofonte entre nosotros, que lo dudo, podría escribir la historia de este período tan aciago. Como dijo el poeta: "pobra, bruta, trista i dissortada pàtria". Lamentablemente, hemos apendido poco desde que Espriu escribió estos versos a mediados de los cincuenta.