Confieso que nunca he participado de la admiración por Open Arms. Desde luego no puede decirse porque pareces inhumano o cruel. Me ahorro otros epítetos frecuentes cuando tratas estos temas como racista, xenófobo o islamófobo. Lo digo por experiencia.
Òscar Camps ya fue nombrado Catalán del Año -un evento privado que organiza el Grupo Zeta- en el año 2016 y dos diarios de corte progresista como El Periódico y el Ara dedicaban este martes sus portadas a la ONG.
Llevan tiempo hablando de Open Arms, también en TV3, después de que un fiscal italiano ordenara inmovilizar el buque. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, se ha ido rauda a expresar su solidaridad.
Aunque suficientes problemas tiene, a un año de las elecciones, en el frente interior entre el no de ERC al tranvía o los narcopisos del Raval, entre otros. La última colauada ahora es un zoo sin animales exóticos. ¿Entonces para qué queremos un zoo?
Desde luego no puede morirse nadie en medio del Mediterráneo pero todos los rescatados deberían ser devueltos a sus países de origen. Cosa, por otra parte, terriblemente complicada desde un punto de vista humanitario, político, económico y burocrático. E incluso por la presión mediática.
Pero la política de inmigración de la Unión Europea -también de asilo y acogida- tiene que estar en manos de la Unión Europea, no de las ONGs. La política de brazos abiertos -que es precisamente la traducción de Open Arms- sólo favorece el crecimiento de la ultraderecha en toda Europa.
Los recientes resultados electorales en Italia o en Alemania son una muestra. Mientras los partidos clásicos -de izquierda, centro o derecha- consideren la inmigración un tema tabú o sólo propongan medidas de cordón sanitario seguirá creciendo.
En el fondo, la crisis de la socialdemocracia en Europa -y de la izquierda en general- es porque una parte de sus votantes se ha fugado a opciones populistas o identitarias. Era Marine Le Pen la que iba a las fábricas, no Macron.
Además, todo el mundo sabe que las propias mafias utilizan las ONGs. Transmiten el punto exacto donde dejan una embarcación cargada con seres humanos, con mucha frecuencia a pocas millas de la costa libia pero ya en aguas internacionales.
Uno de los que ha ido a expresar su solidaridad ha sido el periodista Jordi Évole -junto a Joan Manuel Serrat o Jordi Villacampa-. Todavía recuerdo que en el programa Salvados que dedicó al tema, el 16 de octubre del 2016, uno de los propios tripluantes del Astral confesaba: “Los sueltan, los esperan aquí y saben que vendremos. Les hacemos la vida más sencilla a los traficantes”.
¿Entonces en qué quedamos? ¿Nos hacemos la foto o abordamos en serio el problema?