Catalunya se encamina con paso lento pero seguro hacia un conflicto de incalculables consecuencias. Está por ver si llegaremos a las manos, habrá sangre o será una cosa enquistada. Como en el Ulster o en Bélgica: dos comunidades enfrentadas.
No es la primera vez que lo digo. Pero cada vez estoy más convencido de ello. Y ojalá me equivoque.
La inmensa mayoría de la prensa catalana edulcorará ahora el discurso de Pere Aragonès en el debate de política general.
Y los socialistas -con Pedro Sánchez y Salvador Illa a la cabeza- miraran hacia otro lado.
Pero nada más empezar su intervención en el debate de política general general ha declarado solemnemente, ante el pleno del Parlament, que su objetivo es "culminar la independencia de Catalunya" esta legislatura.
Pere Aragonès se ha cargado, de un plumazo, la mesa de diálogo. Y de paso ha echado La Moncloa ne manos del PP y de Vox en acertada predicción de Rufián. Sospecho que es lo que quieren. Cuanto peor, mejor. Que reviente todo.
Es verdad que lo ha hecho bajo la presión de Junts y después de la detención de Puigdemont.
Pero lo ha dicho. Y lo que ha dicho este martes no tiene nada que ver con lo que dijo el pasado 14 de Septiembre cuando elogió "el proceso de negociación que estamos a punto de iniciar" y vendió com un gran logro haber conseguido que "el presidente del gobierno español venga".
Entonces admitió implícitamente el "sin prisas, sin pausas y sin plazos" de Sánchez. Hoy lo ha enviado todo al carajo.
Es verdad que tiene sus ventajas: la conclusión más importante es que no te puedes fiar de Pere Aragonès. Como no te puedes fiar de ningún otro dirigente de Esquerra -incluyo Junqueras- y por extensión del independentismo.
Lo increíble es que Aragonès embarque otra vez Catalunya en otra aventura incierta: son el 51,15% de los votos -sumando al PDECAT, que quedó fuera- pero han pasado de dos millones a 1,4.
Por eso sorprendre que diga que quiere trabajar "para toda Catalunya", que pretende dirigere un gobierno "para la gente y por la gente", que hay que dejar atrás "la crispación" y que "hemos de continuar siendo un sólo pueblo".
El mismo sabe que su planteamiento cojea porque ha manifestado también que hay que "sumar, sumar y sumar más independentistas" -¡después de diez años de proceso!- y que hay que "forzar la negociación con el Estado". Supongo que por la vía del conflicto.
El resto del discurso, paja.
Para gobernar son necesarias dos cosas: saber qué país pisas y coger el toro por los cuernos.
Estos siguen construyendo castillos en el aire porque ignoran el principal conflicto que enfrenta a los catalanes. Y digo a los catalanes. No a Catalunya con España.
En cambio siguen hablando de la "transformación social, verde, feminista y democrática".
Además del "heptapatriarcado", la "equidad menstrual" o "transversalizar".
Ha llegado a decir que quiere explicar "la realidad de Catalunya" como si no fuera suficientemente conocida: una sociedad desgarrada por la mitad.
Por eso, en el fondo Aragonès confirma por último que el proceso ha sido supremacista desde el principio: ignora sistemáticametne a la mitad de los catalanes. El conflicto está servido.