Más de diez años después del inicio del proceso hay que empezar a hacer balance.
Aunque todavía es pronto.
Porque los daños morales -e incluso psicológicos- serán muy superiores a los materiales.
Y tardarán todavía en aparecer.
Al fin y al cabo el 155 no se había aplicado nunca.
Ni a los vascos en pleno apogeo de ETA.
Ibarretxe presentó su plan en el Congreso y luego se fue a casa.
El PNV dio carpetazo rápidamente a la iniciativa porque, en las siguientes elecciones autonómicas, las del 2005, perdieron cuatro diputados de golpe: de 33 a 29.
Mientras que los canarios, que tuvieron tentaciones a finales de los 80, bastó mandarles el famoso burofax para que bajaran del burro.
Los catalanes, no. Los catalanes somos así. Fuimos los primeros.
Lo que decía: la autoestima por los suelos.
La falta de confianza en nuestras propias posibilidades de autogobierno.
Llevamos media docena de elecciones anticipadas. Un récord difícilmente igualable en toda Europa.
Aragonès presumía el otro día de haber aprobado los Presupuestos antes del 1 de enero.
¡La primera vez desde el 2010!
Me ahorro otras consideraaciones como la inestabilidad política, la incertidumbre económica, la inseguridad jurídica, la parálisis legislativa.
Un cóctel letal.
¿Cuántas empresas han vuelto?
¿Cómo van a volver si siguen erre que erre?
¿Se acuerdan de la Agencia del Medicamento?
Al final no vino. Yo creo que el proceso no fue la razón fundamental pero todo ayuda.
Es de cajón: si un organismo comunitario se va por un referéndum -el Brexit en este caso- ¿cómo va a ir a otro territorio que amenaza con hacer otro?
Pujol cuenta en el segundo volumen de sus memorias que al principio de su mandato, cuando viajaba al extranjero, lo confundían con el presidente de Generali, la multinacional italiana del seguro.
Y se pregunta: “¿Cómo se consigue que los mandatarios de medio mundo encuentren un momento para reunirse con el presidente de una comunidad autónoma de España?”
Él mismo da la clave: “haciéndolo bien. Haciéndolo muy bien” (Página 353).
Pues eso.
En Bruselas no hay un comisario que reciba al presidente de la Generalitat desde el 2013 cuando Mas consiguió entrevistarse con el entonces vicepresidente Oli Rehn -algo debió hacer Amadeu Altafaj- y el de Empleo.
Puigdemont no pasó en su día del alcalde de Gante con ocasión de una feria floral y porque era un nacionalista flamenco
Torra fue en marzo del 2019 a Portugal a reabrir la delegación de la Generalitat en Lisboa tras el 155 y sólo fue … TV3. Es que ni el concejal del distrito.
Mientras que Aragonès lleva un par de reuniones con Ximo Puig y Francina Armengol, debe ser para disimular.
Bueno, y una con el lehendakari Urkullu. Sin traducción simultánea que, en términos de la Generalitat, ya es un gran avance. Pero éste tampoco cuenta.
Feliz año.