Mi exjefe y sin embargo amigo Antonio Galeote estuvo diciendo hasta el último minuto que él no creía que proclamaran la independencia. Acertó. Claro que tiene el culo pelado de hacer noticias tras haber pasado por Europa Press, Efe, La Vanguardia, El Mundo, Qué y hasta e-notícies. El 23-F lo pilló precisamente en Efe. Le tocó quedarse por si venían los tanques.
Yo no lo tenía tan claro porque iban lanzados. Puigdemont diciendo que habría referendúm sí o sí, Turull que no frenarían, Campuzano que la nación catalana estaba en pie, Corominas apelando a la dignidad. Sólo falaba el timbaler del Bruc aunque, en honor a la vedad, éste luchó más por España que por Catalunya. Una guerra incómoda ahora para el soberanismo.
El lunes antes del pleno hablé con un diputado de la oposición y un empesario de Madrid y les mostré, casi a grito pelado, mi desesperación. Y en el Parlament me encontré un dirigente del PDECAT de Girona que me dijo que: “de tots nosaltres, és el més independentista” (“De todos nosotros, es el más independentista”). Estaba convencido de que la liaba.
Personalmente siempre pensé que el hijo del pastelero de Amer -dicho con todo el respeto por tan importante gremio y por los más de 2.000 habitantes de esta localidad de la comarca de la Selva- no querría pasar a la historia como un botifler (traidor).
Al fin y al cabo hace un año lo nombraron hijo predilecto. Pero no te fies nunca de las masas. Ya lo dijo Ortega. Al alcalde franquista por antonomasia de Barcelona, José Maria Porcioles, otro oriundo de Amer, también lo nombraron en su día hijo predilecto.
Bajo la frondosa cabellera de Pugidemont -que ya querríamos algunos para sí- habitan pues dos pulsiones: una es la indepe. La otra es la dejar las cosas a medias.
En efecto, cuando lo nombraron pesidente tuve la paciencia -y el esfuerzo intelectual en algunos casos- de leerme los cuatro libros que apresuradamente salieron sobre él. Todos de amigos y conocidos. E incluso de algún pelota que va dando lecciones por las redes.
Había en todos ellos casi un rasgo en común: Puigdemont lo deja todo a mitad de camino. Imagínenses si se fiaban de él -es proverbial que va por libre- que en la JNC, las juventudes de Convergencia, lo llevaron hasta el comité de disciplina.
Luego se dedicó al periodismo: sin acabar la carrera y, lo que es peor, sin dejar de militar en CDC. Hay una anécdota verídica sobre que cuando Pujol visitó un dia El Punt, entonces un diario pogre, fue el únco de toda la redacción que se levantó para saludarlo.
En el periódico lo acabaron defenestrando pero eso tampoco quiere decir nada porque a mi me pasó una cosa cuando trabajaba en El Mundo. Desde entones no me hablo con el que lo hizo pero debería darle un abrazo cada vez que lo veo. Sin él no hubiera fundado nunca e-notícies. Y ya van diecisiete años. Toquemos madera porque alguno nos querría cerrados.
Lo que me jode es que proyecten una imagen de Puigdemont como emprendedor digital porque, con fondos públicos, así cualquiera. El ahora presidente, por ejemplo, fue el promotor de la Agencia Catalana de Notícies (ACN), un invento de Convergència pagado por las diputaciones que entonces gobernaba (Girona, Tarragona y Lleida) para contrarrestar el entonces todopoderoso poder mediático del PSC.
Todavía recuerdo una entrevista que le hicieron en la contraportada del Avui -otro proyecto fallido: nunca ganó dinero en treinta años- por orden de Vicent Sanchis, ahora al frente de TV3. Todo queda en casa.
Y si Puigdemont llegó a alcalde de Girona fue porque al que le tocaba, el abogado Calres Mascort, huyó por piernas en cuanto empezó a recibir amenazas de muerte en su casa, presumiblemente de su propio partido. El resto es de carambola en carambola. De hecho, en las elecciones al Parlament iba tercero por Girona.
El jefe de la oficina del New York Times en Roma, Jason Horowitz, lo bautizo el día del gatillazo como Fudgemont. Fudge podríamos traducirlo, en versión libre, como acto fallido, chapuza. Siguiendo el ejemplo de tan ilustres colegas permítanme bautizar el presidente catalán como Fuigdemont. Fugir, en catalán, quiere decir huir. Pero podría interpretarse con dos acepciones: escaquearse o que sencillamente mejor huir del personaje.
Ojalá al final declare la independencia y reviente todo. Aunque no parece según las últimas informaciones covenientemente filtradas a TV3. Éstos son incapaces de levantar una noticia si no viene de Palau. Ni sí ni ni ni todo lo contrario.
Después de todo, Puigdemont -como Mas- es un especialista en supervivencia. De casta le viene el galgo. Cuando la CUP le tumbó los Presupuestos anunció una cuestión de confianza y, como estaba el verano por medio, alargó seis meses más. Luego el referéndum o referéndum. Y ahora el qui dia passa any empeny versión nostrada del ir tirando. Lo dicho: ojalá reviente todo.