La escritora catalana Laura Freixas -subrayo lo de catalana- publicó el 9 de marzo del 2017 un artículo en La Vanguardia bajo el explícito título de “Hartazgo".
“Estoy harta”, decía.
“Harta de un procés que desde hace cinco años gira y gira como una noria, sin ir a ninguna parte, pero consumiendo energías, monopolizando debates, derrochando recursos públicos que sufragamos todos”.
“Harta de un Govern que ni gobierna ni deja gobernar. Harta de unos gobernantes que presumen de desobedecer y engañar mientras nosotras, las ciudadanas de a pie, tenemos que cumplir escrupulosamente las leyes”, continuaba.
En fin, me ahorro el resto del artículo porque lo tienen aquí.
Solo añadir que también mencionaba los “colegios de pago”, las “casas en la Cerdanya” de nuestra clase dirigente -más bien de los dirigentes del proceso- y Rosa Parks.
Bueno, pues yo también estoy harto.
Con el agravante de que han pasado más de dos años desde el artículo en cuestión.
Sobre todo estoy harto de las numeritos.
De las pancartas que retiran y vuelven a colgar en el Palau de la Generalitat.
Aunque, bien mirado, es la única obra de gobierno que se le conoce a Quim Torra.
De los lazos amarillos en el Parlament o en los edificios públicos.
De los numeritos en el Congreso de los Diputados.
Lo grave en este caso no es que la nueva pesidenta de la cámara baja, Meritxell Batet, los permitiera.
Lo grave es que ni tan solo han quedado recogidos para la historia en el Diario de Sesiones.
Por supuesto yo no quiero ver a ningún político en prisión.
Y menos por un caso que no sea de corrupción.
Pero hay que recordar que media docena salieron huyendo.
Aunque uno de ellos, el pez gordo, dijo aquello de “mañana, todos al despacho”.
En efecto, no todo es culpa del “represor” Estado español ni de la “justicia “fake”.
El independentismo tendría que hacer examen de conciencia.
Al fin y al cabo intentaron proclamar una república con solo el 47% de los votos.
Pero no. Han vuelto a empezar con la matraca.
Ellos no tienen la culpa de nada. Son los buenos de la película. Siempre acusan a los otros del 155.
¿Qué esperaban? ¿Golpes en la espalda? ¿Una alfombra roja? ¿Un manto de flores en el Supremo?
Yo creo que el difícil encaje penal -¿rebelión, sedición, colaboración, malversación?- es porque nunca nadie pensó que los miembros de un gobierno podían intentar hacer una revolución desde arriba.
Políticos con cargo público, coche oficial, secretaria, jefe de gabinete, escolta y nómina superior a los 100.000 euros al año.
Sin olvidar, como decía Laura Freixas, casa en la Cerdanya.
¿Qué han conseguido? ¿Qué hemos conseguido?
El lema de Junqueras en las últimas elecciones europeas era “Vota per fer-nos lliures”. “Vota por hacernos libres”.
Signficativamente casi el mismo que el del referéndum: “Votem per ser lliures”. “Votemos para ser libres”.
Es el pez que se muerde la cola.
Insisto: ojalá no estuviesen en prisión.
Pero también habérselo pensado antes. Nos habríamos ahorrado muchos disgustos.
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