El otro día cayó en mis manos el discurso que hizo Stalin tras la invasión nazi durante la II Guerra Mundial (1).
Como recordarán, el ataque empezó el 22 de junio de 1941 a las cuatro de la madrugada. Era un domingo. El día anterior las escuelas soviéticas habían celebrado la ceremonia de fin de curso.
Stalin no dio señales de vida hasta el 3 de julio. Una decena de días después.
Ha habido muchas versiones sobre este silencio: que si estaba deprimido, hundido, desaparecido, hasta borracho.
Pero, a la vista del contenido, se hallaba al pie del cañón. Stalin hizo el discurso de su vida.
Le dijo a los soviéticos la verdad.
En traducción libre del inglés: “Camaradas, estamos jodidos. Muy jodidos”
“Las tropas de Hitler han capturado Lituania, Letonia, parte de Bielorrusia y el oeste de Ucrania”, reconoció.
Luego les explicó que la Luftwaffe había bombardeado ya Murmansk, Smolensko, Kiev, Odessa y Sebastopol, entre otras ciudades.
“Nuestro país está en grave riesgo”, añadió.
Y continuación echó manó de la historia. Stalin, como hombre de estado, había leído muchos libros de historia.
Les dijo que, a pesar de las apariencias, los ejércitos alemanes no eran invencibles.
Les recordó que Napoleón ya fue vencido.
O el káiser Guillermo durante la I Guerra Mundial.
Y que Hitler también sería vencido.
Desde luego que lo pasarían mal, que no sería fácil. Pero que a la larga ganarían.
Acertó.
Cuatro años después las tropas soviéticas plantaban la bandera de la hoz y el martillo en la Puerta de Brandenburgo.
¿Que quiero decir con ello? Que les dijo la verdad.
Incluso en una régimen dictatorial como el soviético, cuando ya llevaba varias purgas a sus espaldas y con todos los medios de comunicacion bajo control.
En la URSS no se movía una mosca sin el permiso del dictador y les dijo la verdad!
Sin ánimo de hacer comparaciones -nunca se puede comparar un régimen totalitario con un sistema parlamentario- es lo que deberían hacer aquí: decir la verdad.
Como los juicios que salen en las películas americanas: “jura decir la verdad, nada más que la verdad y sólo la verdad”.
El procesismo debería reconocer que lo intentaron pero que con sólo el 47% de los votos no es posible hacer la independencia.
Al menos en Europa Occidental. Esto no es el Cáucaso ni los Balcanes. Esto es la Unión Europea.
Tras la aplicación del 155 parece que lo intentaron. Reconocieron -¡hasta el mismísimo Joan Tardà!- que no eran suficientes.
Y Roger Torrent, en su toma de posesión como presidente del Parlament, admitió que había que “recoser” la sociedad catalana por dentro.
¿Pero entonces por qué vuelven a empezar?
No se puede someter Catalunya a una tensión semejante durante tantos años. Ni volver a comenzar tras el batacazo.
Autocrítica, humildad, girar página, mirar hacia adelante e intentar sacar a los presos con los menores daños judiciales posibles. No hay otra alternativa.
(1) The New York Times: “Complete World War II. The coverage ot the entire conflict”, 2013, página 183.