El presidente Torra tomó posesión de su cargo el pasado jueves. Fue una ceremonia discreta y sin apenas invitados. Aquello parecía más un funeral. Caras largas y compungidas. Como el día de la proclamación de la República.
Desde entonces ha tenido una apretada agenda: el sábado estuvo en Girona. Y el domingo en Vilafranca del Penedès. Aprovechó para darse un baño de masas. Ambas localidades, todo hay que de decirlo, son feudos de JxCat.
También pudo asistir al Barcelona-Real Sociedad y despedirse de Iniesta. Aunque no me constaba que fuera el futbol -en un hombre de su talla intelectual- una de sus aficiones. Al menos no fue al palco con el pinganillo como nos tenía acostumbrados Ernest Benach.
Hasta le ha dado tiempo para felicitar a los catalanes musulmanes “en el inicio del mes sagrado del Ramadán”. Yo soy agnóstico pero este lunes es la Segunda Pascua y no sé si ha hecho algo similar, por internet o por otros medios, con los católicos.
Por otra parte, ha anunciado el nuevo Govern y se ha desplazado a los centros penitenciarios de Estremara, Alcalá Meco y Soto del Real para “visitar a los presos políticos catalanes” como reza la nota oficial.
¿Pero realmente cree el president que se puede hacer de consejero desde la prisión o desde el extranjero? Con causas judiciales pendientes. Buscados por la justicia española. Con un juicio pendiente.
Tanto presumir de Skype, y ellos mismos tienen que reunirse periódicamente en Berlín o en Bruselas para tomar decisiones. Él mismo fue ungido en la capital alemana.
¡Todo ello el día después de que pidiera a Mariano Rajoy un diálogo "sin condiciones" y "desde la política"! Si se descuida.
Por eso me sorprendió que el domingo afirmara que “no me puedo imaginar que el gobierno español inclumpla la ley”. “¡Coño!” me dije para mis adentros.
¡Pero si ellos han incumplido todas las leyes! ¡Incluso el Estatut! ¡Y sin plan B! El penúltimo en anularlo fue Franco cuando, en la Guerra Civil, estaba a las puertas de Lleida y ya se veía que la causa republicana era una causa pérdida.
Mostré mi sorpresa en twitter y un colega de la sección de deportes de TV3 estuvo dándome la tabarra toda la tarde. Poco trabajo deben tener en Sant Joan Despí.
En efecto, parece que la única estrategia del soberanismo es tocar los cojones al Gobierno de Madrid. Supongo que para poder ir luego a Bruselas o a Catalunya Ràdio a quejarse.
A mí me parece, en todo caso, que es una mala estrategia. En primer lugar porque el Estado español ha demostrado que no está en crisis como algunos decían. Se creían que esto de la independencia sería coser y cantar.
Puede haber victorias tácticas -como las decisiones judiciales favorables en Alemania o Bélgica- pero ya ha quedado demostrado que España no está precisamente en las últimas.
Y, en segundo lugar, porque en la Unión Europea también están hartos de nosotros. Ya sólo faltaba la polémica por los tuits del nuevo presidente para acabar de arreglarlo.
¿Cree realmente el presidente Torra que nombrar a consejeros encarcelados va en la buena dirección? No, es una nueva pataleta del soberanismo. Como el niño que pillan con una travesura y reincide.
El problema de fondo es que ha llegado al poder una generación de hiperventilados -fruto también de un vacío de poder- que tienen un recuerdo difuso del franquismo o de las dificultades de la Transición.
Torra aún porque es del 62. Pero Eduard Pujol es del 69, Artadi del 76, Pere Aragonès del 82, Turull del 66, Rull del 68, Miquel Buch del 75, Puigneró del 74, Laura Borràs del 70, Comín del 71.
Les falta pespectiva histórica, background y hasta cintura para lidiar con los problemas reales. Han ligado su futuro político -e incluso profesional- a la independencia. Así será muy difícil salir adelante. En política todo es susceptible de empeorar. En eso estamos.