Las primeras medidas del gobierno de la Generalitat han sido colgar una pancarta a favor de los presos políticos en la fachada del Palau -incluso el tribunal de Schleswig-Holstein ha dicho ahora que no lo son-, renovar Mònica Terribas al frente de su programa en Catalunya Ràdio y anunciar la creación de 30.000 nuevas plazas de funcionarios.
En efecto, el nuevo conseller del ramo, Jordi Puigneró, ha anunciado la medida en su primera comparencia parlamentaria repartida de la siguiente manera: 4.300 en la Administración, 15.000 docentes y 9.000 para personal del ICS. No se sabe a ciencia cierta si son plazas nuevas o interinos pero no me extraña: ¡son los suyos!
Las imágenes de los consejeros Ernest Maragall o Chakir el Homrani llegando a su puesto de trabajo el primer día y siendo recibidos por funcionarios que aplaudían a rabiar rompen el concepto de neutralidad institucional que tiene que presidir toda Administración.
Hay que agradecer los servicios prestados: los lazos amarillos, las manifestaciones, los carteles durante la aplicación del 155. ¡Han estado más de seis meses al pie del cañón!. En Palau recibieron al presidente Torra con un lazo amarillo gigante. ¡Y a la consejera de Salud, Alba Vergés, hasta con una pancarta a favor de la República!.
¡Imaginen que a los ministros Pedro Sánchez les hubiera pasado lo mismo tras su toma de posesión! ¡Estaríamos dando lecciones de superioridad en Catalunya! ¡Proclamando a los cuatro vientos que España es una cosa rancia y anticuada!. Digna del turnismo de de partidos del siglo XIX.
El tripartito ya creó en en su día más de 55.000 nuevas plazas. Ponían la excusa de que eran médicos, mossos y maestros. Pero los sueldos salen de nuestros bolsillos. Cuando CiU volvió al poder uno de los objetivos de Mas -y de su vicepresidenta Joana Ortega- era la reforma de la función pública.
No la hicieron nunca. Al final preguntabas por el tema en alguna rueda de prensa y te inundaban con porcentajes pero nunca daban número absolutos. Es la manera de marear la perdiz. ¿Cómo van a suprimir plazas de funcionarios si es un voto cautivo?. El suyo y el de toda la familia.
¡Ni siquiera han sido capaces de suprimir el consejo comarcal del Barcelonés!. Y eso que era un pozo de corrpción. Ya no entro en el debate de si Barcelona necesita un consejo comarcal como si la Catalunya del 2018 fuera la de los años 30.
Lamentablemente la recuperación de la Generalitat a principios de los 80 mató definitivamente el espíritu empresarial catalán. Ahora hay codazos para entrar en la Administración o en TV3, que es lo mismo. Deben haber desaparecido todos aquellos representantes de vetes i fils que iban abriendo mercados por esas carreteras de la Península.
¿Para que arriesgarse a crear una empresa si puedes vivir tranquilamente de la Generalitat con un horario de 37,5 horas a la semana? Ni siquiera llegan a las 40. Me ahorro prestaciones sociales y otras ventajas diversas. ¡El otro día me encontré un exalto cargo recientemente cesado -y con plaza de funcionario-: me dijo que iba va a pedir la baja de paternidad hasta Enero!.
La recuperación del autogovern generó unas élites extractivas como las descritas por Daron Acemoglu y James A. Robinson en su libro Por qué fracasan los países. Desde luego no es un fenómeno exclusivamente catalán. En otras comunidades autónomas debe ser peor.
Andalucía necesitaría urgententemente descubrir las ventajas de la alternancia democrática. Abrir cajones y airear ventanas como ocurrió en Catalunya tras los 23 años de Pujol. Los hechos han confirmado que era una necesidad. Mientras que Extremadura arrastra la leyenda negra de que el 25% de los trabajadores son funcionarios. Es un porcentaje insostenible.
Hay dirigentes políticos que han vivido casi toda la vida de lo público: por eso se agarran al cargo, confunden sus ideas políticas con el modus vivendi. Tienen hipoteca, un buen sueldo, trabajo asegurado. Es muy duro ponerse a buscar trabajo a los 50.
No saben lo que es ser autónomo, pagar una factura, estar en paro, levantar cada día la persiana del negocio o de la tienda. Se han acostumbrado a vivir de la política dónde lo más importante es saber dar codazos para ir en las listas o estar en el sitio adecuado y el momento justo para ser nombrado para el cargo. Eso sí: lo hacen por el bien de Catalunya.