Ahora se han agarrado como un clavo ardiendo a la falta de inversiones del Estado en Catalunya.
¿Pero de qué se quejan?
¿No decían marxem? ¿No habían pasado pantalla? ¿La independencia no estaba a tocar?
La misma reivindicación -que el Estado cumpla con sus compromisos presupuestarios- muestra que el proceso is over.
¡Hemos vuelto a la línea de salida! A reivindicar la inversión en infraestructuras.
¡Para este viaje no se necesitaban alforjas!
Como en la mani del 2007. La primera gran manifestación del proceso.
El lema era "Som una nació i diem prou. Tenim el dret de decidir sobre les nostres infraestructures".
Recuerdo que ilustres pregoneros del procés -Vicent Sanchis, Francesc-Marc Álvaro, Marçal Sintes- llevaban la pancarta en primera fila.
Porque ya entonces nos vendieron que era la sociedad civil la que tenía la iniciativa. No los partidos.
Por supuesto, el Estado ha de cumplir sus compromisos presupuestarios. Faltaría más.
Pero ha habido también interpretaciones distintas al respecto.
A mí me han llamado la atención dos.
Una la del secretario general del Ministerio de Transportes, Xavier Flores. Catalán para más señas. Por fin los catalanes gestionamos un ministerio importante.
El pasado día 1 afirmaba en el Versió Rac1 que “muchas veces el mismo gobierno de la Generalitat no sabe exactamente lo que quiere” y que es más fácil ejecutar una obra en Madrid que en Catalunya.
Me lo creo. Recuerdo el famoso IV cinturón, que lleva años pendiente. En cuanto el primer tripartito alcanzó el poder, Iniciativa puso todo tipo de pegas.
Después, cuando se pusieron de acuerdo, ya era tarde. En el 2008 estalló la crisis y el ministro de Fomento, José Blanco, congeló las inversiones.
No se aprovechó, en este caso, la época de vacas gordas. La obra avanza lentamente aunque he de reconocer que la ministra, Ana Pastor, del PP le dio un tirón. Soy testigo de ello.
La otra interptretación es la del exconsejero de Política Territorial Pere Macias, de CiU, en un hilo en twitter el pasado 31 de mayo.
“¿Cuál es la gran diferencia entre Madrid y Cataluña?", se preguntaba.
"La respuesta es obvia: en la capital hay miles de funcionarios que hacen funcionar la maquinaria y empujan la gestión de los temas próximos. Por contra, las delegaciones ministeriales en Catalunya están infradotadas”.
Aunque no sé yo si aumentar el número de funcionarios es la solución.
Además, como ahora está a sueldo del Estado -es coordinador del Plan de Rodalies- quizá era una manera de eludir responsabilidades.
En todo caso, hay una tercera razón: ¿Cómo va a invertir un Estado en un territorio cuyo gobierno tiene como objetivo la independencia? ¿No decían que ho tornarem a fer?
Recuerdo una rueda de prensa de Josep Rull, cuando era conseller de Territorio, que se quejaba en pleno proceso de que el Corredor Mediterráneo no avanzaba.
Yo no entendía nada: en teoría íbamos hacia la independencia pero exigían miles de millones de inversión antes de irse.
Rull llegó a defender que el la citada obra era la “columna vertebral de los Països Catalans”. El pobre ha acabado de presidente de la sectorial de animales de compañía de Junts.
Finalmente, tampoco comprendo muy bien de qué se quejan vistas las últimas propuestas.
El Estado ofrece ampliar el Aeropuerto de Barcelona y dicen que no a pesar de que supone una inversión de 1.500 millones.
Hasta rechazan ampliar a tres carriles la autovía de Lleida, que es una de las de más circulación.
Hace poco salía en TV3 un reportaje en el que los alcaldes de Collbató y el Bruc -ambos de Esquerra- rechazaban la ampliación.
La alcaldesa de Collbato, Bàrbara Ortuño, consideraba que la obra responde a una lógica de los “años 90” y estaba a favor de “descarbonizar la economía”.
Mientras que el de El Bruc, Miquel Solà, aseguraba que “no entendemos la necesidad de esta nueva infraestructura”.
Si quieren volvemos al carro tirado por caballos. Basta circular por este tramo un día laborable, incluso festivo, para darse cuenta.
Quizá el problema de fondo es la hispanofobia: si el Estado se ofrece construir infraestructuras no pueden hacer victimismo ni apelar al lema del Espanya ens roba.
Pero no deja de ser curioso que éstos que tanto dicen amar a Catalunya vayan tanto en contra los intereses de todos los catalanes.