El colega Sergi Doria publicaba el pasado domingo un perfil de Elsa Artadi en el ABC.
Es de agradecer que, entre tantas palmaditas en la espalda y muestras de solidaridad, alguien ponga los puntos sobre las íes.
Por supuesto, si Elsa Artadi está deprimida que se recupere. Sólo faltaría.
Pero los deprimidos deberíamos ser el resto por cómo han dejado Catalunya. Hecha una piltrafa. Un país trinxat.
El propio columnista recordaba que la ya exalcaldable de Junts por Barcelona -menuda putada les ha hecho- llegó a comparar el Holocausto con el proceso vía Anna Frank.
Con tan desconocimiento de causa que hasta se equivocó de fecha.
Y un alto cargo de la embajada israelí tuvo que recordarle que “nada, pero nada puede compararse con el Holocausto para promover una causa política. ¡Esta compariacion es una vergüenza!”.
A mí me recordo aquella directora general de la Generalitat, Gemma Domènech, de Memoria Democrática, que en mayo del 2019 comparó a los presos de Mauthausen con los “presos politicos”.
Créanme, he estado cuatro veces en el campo de exterminio -aunque oficialmente sólo era de concentración- y no tiene nada que ver.
Pero de Elsa Artadi recuerdo otros momentos gloriosos.
Durante una manifestación en Bruselas trascendió que había asistido al acto con una chaqueta de 1.200 euros.
Lo ya indicaba que la revolución de las sonrisas era una revolución pija. De gente bien.
Por eso me sorprendió que, en la última Diada, empezara su discurso en el Fossar de les Moreres en plan Lenin: “Benvinguts companys de lluita”.
Aunque la más divertida fue cuando, en marzo del 2019, participó en una performance de un colectivo de la tercera edad del Eixample.
Ella citaba el nombre de un encausado -entre procesados y fugados- y el resto gritaba “¡Inocente!”
Mucho postureo porque, cuando se aplicó el 155, no dimitió.
En realidad no dimitió nadie. Tampoco Laurà Borràs que estaba al frente de la Institució de les Lletres Catalanes. La cuestión era seguir cobrando.
Ni siquiera dimitieron cuando ya eran candidatas electorales.
Pero en el caso de Artadi es que además elogió el PP en el Senado su dedicación.
Y me ahorro su labor como portavoz del Govern porque era como un frontón. Pero en eso la han superado Budó o Plaja. En algún caso incluso en mala educación.
Aunque de todas las imágenes me dejo su participación, en plena Semana Santa, en procesiones. Yo soy agnóstico pero siempre me pareció que esto era una costumbre muy española.
El problema de la clase política catalana, incluida la independentista, es su inconsistencia. Hasta ideológica.
¿Estos querían llevarnos a Ítaca? ¿Qué sacrificios personales estaban dispuestos a hacer?
Popr eso no pienso perdonar a ninguno de ellos, aunque estén deprimidos, cómo han dejado Catalunya.
Antes nos restregaban por la cara aquello de ni olvido ni perdón. Pues eso.