Lamentablemente conozco poco Italia. Apenas Roma y un poco el norte.
Mi sueño es aprender italiano y perderme un día en ella. Especialmente la más alejada de los focos turísticos.
Y no sé si en la victoria de Giorgia Meloni tiene que ver mucho la inmigración.
Según datos oficiales son más de seis millones. Un 10,5%.
Aunque los datos oficiales siempre están por debajo: los inmigrantes sin papeles no salen. Y los nacionalizados dejan de salir.
Segurmente también influyen otros factores como la crisis de la izquierda o el fiasco de la tecnocracia.
Pero una de mis heroínas -Oriana Fallaci (1929-2006) ya advirtió hace años de los problemas que generaba una parte de la inmigración.
La periodista publicó en el 2001 “La rabia y el orgullo”. Aquí lo editó La Esfera de los Libros.
Ella que había vivido en países árabes y que como la mayoría de periodistas de su generación supongo que era de izquierdas, incluso atea, advirtió que “con los hijos de Alá el conflicto será duro” (pág. 81)
Y que “no queréis entender que aquí está ocurriendo una Cruzada al revés” (pág. 84) o que se trataba incluso de “el destino de Occidente, la supervivencia de nuestra civilización” (pág. 84)
Cito textualmente. Entonces la gente se lo tomó como una exageración o el exabrupto de una periodista gloriosa que empañaba su trayectoria al final de su vida. Murió cinco años después.
Todavía le dio tiempo para rematarlo con “La fuerza de la razón” (2004).
Sin embargo, también la teoría personal de que, en el Reino Unido, votaron a favor del Brexit por la inmigración.
Aunque se equivocaron de inmigración: el problema no era la comunitaria sino la extracomunitaria.
Hace años salió que había colegios públicos que enseñaban la Sharia, la ley islámica. ¡Ni siquiera eran privados!
Por suerte, ahora en Europa ya no nos matamos por las guerras de religión a pesar de que los polacos que viven en el Reino Unido sean, por ejemplo, católicos.
Y en Suecia ya ven lo que ha pasado: la extrema derecha, segunda fuerza política.
Sospecho que los problemas de violencia en algunos barrios -verdaderos guetos urbanos- ha influido.
Ha saltado por los aires la idea que teníamos algunos meridionales del país escandinavo: poco menos que el paraíso terrenal.
Sin olvidar, en Francia, la llegada de Marine Le Pen a la segunda vuelta de las presidenciales francesas por segunda vez y el desmoronamiento de los partidos tradicionales: conservadores y socialistas. Eso también por la inmigración.
Pero, seguramente, los medios continuarán mirando hacia otro lado.
E incluso me pregunto si, en el tema inmigración, no vamos tarde.
Basta ver lo que pasó en Saint Denis y éste sábado en el estadio del Espanyol.
Algunos gobiernos, como el sueco saliente y era socialdemócrata, ya han admitido el fracaso de las políticas de inmigracion.
Y en Dinamarca, como en Inglaterra, envían a los recién llegados ... ¡a Rwanda! Y también son socialdemócratas.
Mientras que, en España, Pedro Sánchez ha puesto el Sáhara en manos de Marruecos a cambio de aligerar la presión migratoria sobre Ceuta y Melilla.
¿No habremos hecho algo mal?