No me lo puedo creer: ¿Ha bastado una rueda de prensa de Rajoy para acabar con el proceso? Bueno, no. A mediodía ha habido una cacerolada. Y en la Delegación del Gobierno en Barcelona han detenido a dos jóvenes por intentar agredir a un policía. Mañana estarán en libertad con cargos.
Pero, aparte de eso, no se ha cortado ninguna calle. Ni quemado ningún contenedor. Ni se ha roto ninguna farola como Javier Bardem en Los lunes al sol. Felizmente porque yo soy un hombre de orden. Pero tras cinco años taladrando con el proceso yo esperaba algo más. Es que ni los de la CUP. Se han acostumbrado a los privilegios.
Bueno, sí, el presidente Puigdemont ha dicho que pedirá al Parlament la convocatoria de un pleno extraordinaio para debatir y decidir qué hacen tras la puesta en marcha del 155. Pero ni siquiera ha mencionado la DUI por su nombre.
Da igual. La independencia de Catalunya está amortizada. Al menos a ojos de la comunidad inernacional. Estas cosas se hacen cuando tienes 126 medios internacionales adreditados. No después. A ver quién es el valiente ahora que los hace volver. Yo estuve hablando el día de autos con unos colegas de Australia. No entendían nada.
Visto el apoyo en el exterior, la independencia catalana será como la Padania en caso de producirse. La declaró Umberto Bossi en 1996. El mapa de Italia sigue ahí. Impertérrito. Por cierto, el exlíder de la Liga Norte fue condenado el pasado mes de julio a dos años de prisión por corrupción. Toquemos madera.
¿Pero dónde están ahora los "soldados del PDECAT" que decía Marta Pascal? ¿Y Junqueras, que llegó a proponer una huelga general? ¿O el eurodiputado de ERC Josep Maria Terricabras, que sugirió una huelga de hambre?
Al menos, pese a todo, España no es Corea del Norte como decía el presidente de la ACM, Miquel Buch. En este caso a él lo mandarían a un campo de reeducación especial o directamente frente al pelotón de fusilamiento.
Incluso han quemado el cartucho de la huelga general porque el otro día ya hicieron una aturada de país con éxito desigual. Debe ser la primera vez que se convoca una huelga general desde el Gobierno. En Bruselas deben alucinar con los catalanes. Hace años eramos un pueblo serio y pencaire.
A mí, ya me perdonarán, a la hora de los discursos se entiende más a Rajoy que a Puigdemont. El presidente de la Generalitat declaró el pasado día 10 la independencia pero ocho segundos después la dejó en el aire. Y el pasado jueves, al final de todo de la carta, amenazaba con votar la “declaración formal”. O sea, que no la declaró.
En cambio, Rajoy ha sido casi cartesiano en su comparecencia de este sábado. Se puede estar de acuerdo o no pero ha expresado cuatro objetivos. Uno detrás de otro: restablecer la legalidad, recuperar la convivencia, continuar la recuperación económica y celebrar elecciones al Parlament.
De hecho, yo creo que Mariano no quería llegar hasta aquí. Lo ha reconocido y todo: “el 155 no fue nunca nuestro deseo ni nuestra intención”. Iba vestido de negro. Como en los funerales. Pero también ha dejado claro que no tenía más remedio y que “no se pueden hacer peores las cosas”.
Desde luego, Rajoy no está por la independencia de Catalunya. Ni de los Països Catalans. Al fin y al cabo es el presidente del Gobierno español. Y oriundo de Santiago de Compostela para más señas. Registrador de la propiedad de profesión. Los registradores suelen ser hombres meticulosos y pacientes.
Mientras que Puigdemont, en su declaración, ha acusado a Rajoy de perpetrar “el peor ataque” a las instituciones catalanas desde la dictadura franquista. Aunque, en realidad, quién liquidó el Estatut fueron ellos. La Ley de Transitoriedad es un salto al vacío sin red. Por cierto, el penúltimo en hacerlo fue el propio Franco. Cuando abolió el Estatuto en 1938 nada más entrar en Lleida.
Tiene gracia, por otra parte, que Carles Pugidemont acuse a Rajoy de situarse “fuera del Estado de Derecho”. Precisamente él. Sin duda es un hombre que no pierde el sentido del humor ni en los momentos más difíciles.
En esto es como Carme Forcadell, que también ha afirmado que “ha traspasado todas las líneas rojas”. Ella, que lleva varias querellas acumuladas. La presidenta del Parlament, todo hay que decirlo, tampoco atraviesa su mejor momento.
En fin, como catalán me da vergüenza de que hayamos acabado en el 155: destitución del Govern en pleno, elecciones a partir de seis meses y el Parlament reducido al mínimo. Lamentablemente tampoco lo notaremos demasiado. La cámara catalana lleva semanas chapada a cal y canto -excepto para el día de la independencia exprés- con la excusa del referéndum. Sólo lo abren cuando quieren. Ni siquiera se ha celebrado el debate de política general.
Por eso querría agradecérselo sobre todo a los de la la foto. Ellos son los únicos responsables de lo acontecido. De momento, estamos en tierra de nadie: nos hemos quedado sin autogobierno -poco o mucho algo es algo- y tampoco hemos llegado a la tierra prometida. Estamos a punto de atravesar el Mar Rojo. Pero esta vez el agua nos pasará por encima.
Tiempo habrá de hacer balance del proceso -y sobre todo de pedir responsabilidades- pero lo duro empieza precisamente ahora. Los catalanes tendremos que recuperar la autoestima, recoser el país por dentro y volver a abrir la persiana. Ya van varias veces a lo largo de la historia. El mal que ha hecho esta gente es inmenso. Da pena cómo han dejado Catalunya.