Bueno, ya está, ya lo hemos conseguido.
Los catalanes nos hemos convertido en los parias de Europa.
Nadie quiere saber nada de nosotros.
Al presidente de la Generalitat, Quim Torra, no lo dejan entrar ni en el Parlamento Europeo.
Lleva un currículum el hombre.
En junio del año pasado ya lo echaron de un museo de Estados Unidos, el Smithsonian, uno de los más importantes.
Bueno, no lo echaron. Tras liarla, salió y cuando quiso volver a entar el vigilante de la puerta le dijo que no.
Estados Unidos -a pesar de lo que diga el corresponsal de TV3, Xesco Reverter- es un país civilizado en el que, si montas un pollo, no vuelves a entrar.
La reacción de Torra ante el último veto ha sido modélica. Ha acusado al Parlamento Europeo de ser un “títere” de PP, Ciudadanos y Vox.
En fin, mejor correr un tupido velo con lo de "títere" dicho en boca de alguien que considera que el presidente auténtico es el de Waterloo y él está de paso.
No se atrevió ni a ocupar el despacho oficial e hizo una toma de posesión en la intimidad para no importunar al otro.
Además, ¿los activistas de la ANC no se encerraron más de 17 horas en la sede de la Comisión Europea en Barcelona el pasado día 2?
¿Elisenda Paluzie, la presidenta de la entidad, no afirmó que se iniciaba una “etapa diferente” con acciones “más directas” contra la UE?
“Nosotros molestaremos tanto como podamos a la Unión Europea”, añadió orgullosa. Hasta colgaron un crespón negro en la bandera azul.
Por cierto, entre los que se solidarizaron había el diputado de JxCat, Francesc de Dalmases; el de ERC Ruben Wagensberg; i el de la CUP Carles Riera. También Lluís Llach.
Habría que darles un premio.
En la UE se han encendido las alarmas rojas. Todas las sedes de la Comisión deben haber sido ya advertidas: "¡Cuidado con los catalanes!"
Llevamos una racha. ¿Puigdemont no dijo también que la Unión Europea era un “club de países decadentes”?
Hasta lo aseguró poco después Pilar Rahola, haciendo de correa de transmisión: “¡La Unión Europea es una mierda!”, proclamó en un FAQS.
¡Pillaremos una fama en Bruselas!
En cuanto vaya un catalán al edificio Berlaymont a negociar las cuotas de la avellana de Reus o de la gamba de Palamós el funcionario de turno saldrá corriendo.
No querrán saber nada de nosotros en mucho tiempo.
Y eso, que con independencia o sin, habíamos tenido fama de serios.
Pujol tenía las puertas abiertas.
Lo recibieron en su día el presidente francés Jacques Chirac; el canciller alemán Helmut Khol; y varios presidentes italianos: Pertini, Scalfaro, Ciampi o Cossiga.
Además de los primeros ministros de Holanda, Bélgica, Hungría, Portugal o Suecia.
El propio expresidente explica, en su segundo volumen de memorias, cómo se hace para que te hagan caso. La fórmula es sencilla: “haciéndolo bien, muy bien” (1).
Con Torra y Puigdemont al frente es imposible. Tenemos la batalla perdida. Nos hemos convertido en unos apestados.
El món ens mira, anunciaban a los cuatro vientos.
Recuerdo que Puigdemont fue a Bélgica en febrero del año pasado y no pasó del alcalde de Gante durante una feria floral.
Y en otro viaje a Portugal ni siquiera había autoridades locales.
Nada, el vacío.
Bueno, siempre queda el recurso de una foto con el presidente del Parlamento flamenco. Creo que ya lleva dos.
Pero el presidente de Flandes, Geert Bourgois, estuvo en julio del año pasado en Palau y no le oí una palabra a favor de la República Catalana.
Créanme, yo estaba en la rueda de prensa. Un poco más y no me dejan preguntar.
Estaba a favor del diálogo y de los presos, pero ni una palabra a favor de la independencia.
Cómo hemos acabado.
(1) Temps de construir, Proa, Barcelona 2009, página 353