Quiero rendir homenaje, también por escrito, a los valientes del Gremio de Restauración de Barcelona por su acto este martes en el Club Capitol.
No sólo por su capacidad de convocatoria -estaba toda la oposición: ERC, Ciudadanos, PP y Manuel Valls- sino también por su contundencia en decir las cosas.
Incluso a pesar de que no me invitaron. Ni siquiera nos llegó la convocatoria. ¡Hubiera dado mucho juego un vídeo en youtube!
Es cierto que el año pasado, en plena precampaña, ya levantaron su voz. Y sin pelos en la lengua.
Pero lo han vuelto a hacer contra una medida del equipo de gobierno (Comunes y PSC) del Ayuntamiento de Barcelona.
Motivos no les faltan: una terraza en la Avenida Mistral con ocho mesas pasará de pagar 1.600 euros a casi 5.000 al año.
Y en la calle Almirall Churruca -los datos son de La Vanguardia- de 800 a 5.000.
¡Cómo he añorado esta sociedad civil durante el proceso!
Empresarios, que sin miedo, expresaran su opinión.
No para estar a favor o en contra de la independencia sino para advertir al menos de los riesgos: no prendrem mal? ¿no nos la pegaremos?
Pero ya sabemos que, en Catalunya, la sociedad civil está anestesiada, adormilada, aletargada.
El proceso ha llegado hasta donde ha llegado precisamente porque, en parte, somos una una sociedad fallida aunque pensemos que somos el ombligo del mundo.
No funcionaron ninguno de los mecanismos de control que suelen funcionar en las sociedades avanzadas en caso de riesgo.
Ni la citada sociedad civil, ni los empresarios, ni la burguesía ni los intelectuales, ni los medios de comunicación ni los periodistas ni los historiadores.
Quizá con la excepción del Círculo de Economía.
La Cambra mira siempre de reojo a Palau. Sobre todo después de que Mas les firmara un convenio cuando se quedaron sin la cuota cameral obligatoira.
Fomento despertó tarde.
Y que conste que la sociedad civil se divide, en Catalunya, en indepe y no indepe.
La indepe es una prolongación de los partidos o está teledirigida desde Palau. E incluso financiada.
La no indepe está en franca decadencia.
La prueba irrefutable es que el Liceu y el Palau de la Música -los dos proyectos emblemáticos de la otrora poderosa burguesía catalana- están ahora consorciados por cuatro administraciones: Generalitat, Ayuntamiento, Diputación de Barcelona y el Estado.
Por no tener no tenemos ni referentes morales.
Los expresidentes Pujol, Maragall o Montilla no han ejercido ni padres de la patria
Pujol, por los líos de su familia.
Maragall, a causa de la enfermedad.
Montilla porque no era de los nuestros. En el fondo, siempre lo trataron como a un charnego.
Lo dicho: una sociedad fallida.
¡Y todavía queríamos ser la Dinamarca del Sur!
Pero otra cosa: los desaguisados -sean las terrazas o el pesebre de la Plaza Sant Jaume- también son responsabilidad de los socialistas.
Ya sé que gobernar en coalición es complicado. Pero, querido Jaume Collboni, no se vale mirar a otro lado.
Un equipo de gobierno es responsable solidariamente de todas sus decisiones.