A pesar de las apariencias -todos han salido sonrientes y bien cebados- los indultados del proceso tienen serios problemas psicológicos.
No lo digo por la disonancia cognitiva que les ha acompañado desde el inicio del proceso.
Aquel fenómeno mental que denota un despego de la realidad.
La verdad es que a mí, sin ser psiquiatra o psicólogo, siempre me pareció que era más jeta que disonancia.
No, me refiero a una variante del Síndrome de Estocolmo que ha aparecido por estos lares.
Los expertos no se ponen de acuerdo si es por un exceso de exposición al sol o la ingestión también excesiva de ratafía.
Jordi Cuixart ya dio muestras de ello nada más salir de Lledoners.
Cuando, en su discurso, tuvo "el primer recuerdo” para los principales jetas del proceso: Puigdemont, Toni Comín, Marta Rovira.
Categoría en la que, todo hay que decirlo, están en franca competencia con otros muchos: Rafael Ribó, Ernest Maragall, Ferran Mascarell.
La lista es casi infinita. Incluso deberíamos añadir nombres mediáticos. Aunque, como pueden ver, una parte importante procede de las filas del PSC.
La verdad es que, a las muestras de homenaje para con el expresident, no se apuntó ningún otro de los indultados.
Y el propio Oriol Junqueras ha dejado claro que él no se va a Waterloo a verle.
Entre la Casa de la República de Puigdemont -a 8.000 euros al mes- y el centro penitenciario de Lledoners hay abismales diferencias.
Pero aún y así él, Carme Forcadell, Raül Romeva y Dolors Bassa se han ido a ver a Marta Rovira a Suiza tras cuatro años en la trena.
En el comunicado que ha mandado Esquerra se han conjurado contra “la represión, “la prisión indigna e injusta” y el Tribunal de Cuentas.
También han reivindicado la amnistía porque, además de ellos, hay más de 3.000 pringados -según cifras de Òmnium- al que no les alcanza el indulto.
Lucharán, insiste la nota de prensa, por la amnistía y un referéndum “para hacer posible la República catalana”. Todo junto. En una muestra más de la desconexión que mencionaba al principio.
También se han visto con otra ilustre exiliada, Anna Gabriel, la exdiputada de la CUP que pasó de los puños en alto en el Parlament y las camisetas con el lema “sense por” (“sin miedo”) a pirarse a Suiza, la meca del capitalismo financiero. No eligió ni Venezuela ni Argelia para el “exilio”.
Pero lo de Marta Rovira todavía es más grave porque es aquella que, el día que empuraban a Oriol, iba diciendo aquello de “hasta el final” antes de echar a llorar a las puertas del Supremo. Desde entonces es conocida en algunos mentideros como Marta, la llorona.
Decididamente, estos chicos no están bien de la cabeza. Parece mentira que llegaran a las más altas magistraturas del país.