A ver si será cierto que, al final, Mas es gafe. Creo que el primero en lanzar la teoría fue Salvador Sostres allá por el año 2012. Por esa fecha publicó un artículo en El Mundo en el que afirmaba que "Mas es gafe, y no un gafe cualquiera. Es un gafe total, es la metáfora de lo gafe".
Es verdad que Sostres ha acabado en las antípodas de Convergencia. Incluso escribe ahora en el ABC. Pero hay que reconocer que cuando atravesaron su particular travesía del desierto -siete años a pan y agua en la oposición- era de los pocos que daba la cara por Convergencia. Hasta tiene un libro del 2005 con el significativo título de “Sóc convergent i què?" (“Soy convergente ¿y qué?”).
Al debate de si Mas es gafe o no se apuntó más recientemente Ignacio Vidal-Folch aunque en este caso es conocida su lejanía ideológica de todo lo que huela a soberanismo. “Y ya que me he referido al Astuto (no mencionaré su nombre real nunca más, pues, visto que desarticula y destruye todo lo que toca, temo que sea gafe)”, decía Vidal-Folch.
El último en apuntarse a la teoría ha sido la del crítico y escritor Ponç Puigdevall este mismo martes -en la edición catalana del mismo medio- cuando ha afirmado que “la principal desventaja o adversario de Artur Mas es su ineptitud”. “Y sorprende -añadía- que sea mucho mayor de la que podía esperarse en un hombre de su edad”. El señor Puigdevall auguraba incluso la dimisión de Mas “en la noche del 27-S”. Que Dios coja confesados a los de Convergencia como acierte.
Yo, la verdad, no sabría decirles. Para los inclinados a la astrología quizá recordar que el presidente de la Generalitat, de 59 años de edad, es del 31 de enero del 1956. O sea, que es Acuario. Pero sería incapaz de describir como afectan las estrellas a la carrera política del president.
Nunca he tenido inclinación hacia la astrología. De hecho, dejé de creer defiinitivamente en ella -de eso hace muchos años- durante la mili cuando mi horóscopo se empeñaba en decir que viajaría. Como mucho iba de casa al cuartel y del cuartel a casa si no lo impedía algún arresto.
Tampoco sabría decir si hay otros datos que corroboren o refuten la teoría sobre la mala suerte de Mas. Soy incapaz, por ejemplo, de decir si su presencia en el palco del Camp Nou se cuenta por victorias. José Luis Rodríguez Zapatero, otro culé confeso, fue alguna vez y el Barça perdió.
Pero quizás, en efecto, hay algo en el caso del presidente de la Generalitat. El martes pasado la portavoz del Govern, Neus Munté, anunciaba que comparecería en el Parlament para explicar la convocatoria de eleciones para el 27 de septiembre en aras de la “transparencia”.
Tampoco hacía falta porque Mas las convocó en directo por TV3 el pasado 3 de agosto y luego la cadena le hizo una entrevista al jefe de la oposición, Oriol Junqueras, que casualmente va en la misma lista. Más o menos tuvimos dos horas de proceso en prime time.
Pero fue con tan mala fortuna que el viernes la Guardia Civil irrumpía -por orden de un juzgado de El Vendrell- en la sede de Convergencia y de la fundación del partido. Ni que decir que las ganas de Mas por comparecer en el Paralment se han enfriado ahora a raíz de la operación policial.
Si finalmente ha tenido que dar expliaciones no es porque lo haya pedido a petición propia -como presumía para las elecciones- sino porque todos los grupos parlamentarios se han puesto de acuerdo, por asentimiento, en que lo haga. Incluídos CDC y ERC con el fin de evitar una derrota parlamentaria antes del 27-S.
Algunos consideran que la mala suerte de Mas se remonta a los siete años del tripartito cuando venció en ambas ocasiones -la primera con 46 escaños y la segunda con 48- pero no gobernó. Aunque, según el prisma con que se mire, también puede interpretarse como un ejemplo de resiliencia. Cuando, en el 2010, salió elegido presidente le dijo a Mónica Terribas en la primera entrevista que dio en TV3 que “el fracaso es la semilla del éxito”. La frase me quedó grabada.
Aquello, comparado con lo de ahora, era el paraíso porque había codazos de la oposición para pactar con CiU: ¡Mas pactó con el PSC la investidura y con el PPC los Presupuestos!. Todo con la diferencia de apenas unos meses. Al fin y al cabo había conseguido 62 escaños mientras que Pujol no pasó de 43 en 1980.
Luego el solo se complicó la vida. Recuerdo que, en la conferencia que impartió el 25 de noviembre, afirmó que “a mí también me gustaría hacer elecciones cada cuatro años”. Como si las elecciones, en Catalunya, las convocara el Espíritu Santo.
A ver si será cierto que, al final, Mas es gafe.
Xavier Rius es director del digital e-notícies