A mí Adolfo Suárez me caía bien.
Quizá por mi padre. Cuando lo veía por la tele se ponía hecho una furia.
El hombre era muy franquista. Para él Suárez era un “chaquetero”.
Una palabra que se puso de moda durante la Transición para definir a los conversos.
Ahora los conversos están de moda con el proceso. El 20% de independentistas, aproximadamente, son de nuevo cuño.
Todos los que critican la Transición no la vivieron. Se hizo lo que se pudo. Que ya fue mucho.
Es cierto que había un pacto sub judice: democracia a cambio de amnesia. Ningún dirigente del franquismo fue enjuiciado.
Pero todavía recuerdo el poder del Ejército. No hubo sólo el 23-F. También la Operación Galaxia o el plan aquel de volar la tribuna de autoridades durante un Día de las Fuerzas Armadas en La Coruña.
Y las primeras elecciones generales -con la Pasionaria, Carrillo y Fraga en el mismo hemiciclo- fue un éxito. ¡Hasta volvió Tarradellas! Yo estaba aquel dia encajonado entre la multitud. Ni siquiera puede llegar a la plaza Sant Jaume.
Pues bien: Suárez fue el hombre. Ni siquiera salía en las quinielas porque había otros con más pedigree delante suyo: el propio Fraga, Fernández Miranda, Areilza.
En el fondo era un outsider. Un chico de Ávila. Un “chusquero de la política” como él mismo se definió.
Fernando Ónega, que creo que fue director de prensa de Moncloa con apenas 29 años, publicó hace unos años un libro (1) para hacerle justícia.
Necesita un par de páginas -las 74 y 75- para describir las reformas trepidantes que se hicieron en apenas unos meses.
Conviene recordarlas. Y no las pongo todas:
- 30 de julio del 1976: primera amnistía
- 18 de novembre: Ley para la Reforma Política
- 15 de diciembre: Referéndum para la reforma política
- 4 de enero: supresión del Tribunal de Orden Público
- 8 de febrero: legalización de los partidos
- 4 de març: reconocimiento del derecho de huelga
- 1 de abril: disolución del Movimiento Nacional
- 15 de juny: elecciones generales
Las reformas que hizo Suárez son sólo comparables a las de Roosevelt durante la Gran Depresión.
El presidente norteamericano, en cuanto llegó al cargo, también se puso las pilas. Los cien días más gloriosos de la historia. ¡Impulsó una docena de leyes!
Roosevelt y Suaréz tenían algo en común: olfato. Instinto para la política. El primero hasta abolió la ley seca. El segundo legalizó el juego. ¡Alguna alegría había que dar!
En fin, la historia es conocida. Luego creo que ni la vida ni la política ni la salud trató bien a Adolfo Suárez. No se lo merecía.
Pero estamos donde estamos gracias él. De acuerdo, no es una democracia perfecta pero es una democracia.
Incluso Joan Tardà, en el segundo debate frustrado de investidura de Pedro Sánchez -los de antes de la moción de censura- reconoció que "tuvo mucho coraje”.
La gan desgracia de la Catalunya contemporánea es precisamente que Artur Mas no se atrevió a ser ni Suárez ni Roosevelt. Es más fácil echarse al monte que gobernar. Sobre todo en los momentos difíciles.
Allí empezaron nuestras desgracias. Lo pagaremos carísimo. La decadencia de Catalunya -digo la decadencia, no la independencia- comenzó entonces.
Será un proceso lento pero irreversible si no le ponemos remedio a tiempo. Y cada vez está más complicado.
(1) Fernando Ónega: "Puedo prometer y prometo. Mis años con Adolfo Suárez". De Bolsillo. Barcelona, 2013