A pesar de los últimos acontecimientos judiciales, no soy partidario de pasar página.
Puigdemont ya puede voler acusado sólo de malversación y desobediencia. Y la primera sospecho que cogida por los pelos.
Marta Rovira y Clara Ponsatí ya sólo se enfrentan a penas de inhabilitación. Atendiendo a que ni una ni otra ostentan cargo público aquí paz y después gloria.
Incluso a pesar de que salieron huyendo de la justicia.
La exconsejera no una sino dos veces porque en cuanto el Reino Unido formalizó el Brexit cambió Bruselas por Escocia por lo que pudiera pasar.
Incluso se lo reprochó entonces la fiscalía escocesa.
Por eso, insisto: no soy partidario de pasar página.
Lo sería si hubieran hecho alguna pizca de autocrítica.
Ya no pido arrepentimiento sino simplemente reflexión.
Los únicos que recuerdo -y ni eso- fueron Raúl Romeva y Jordi Turull.
El exconsejero de Exteriores el día que compareció como un héroe en el Parlament. Todavía en la cárcel.
Aquel 28 de Enero del 2018 dijo que “se nos pide hacer autocrítida. Ningún problema, yo soy el rey de la autocrítica”.
Y ya está. Peo no le oí ninguna autocrítica concreta.
El segundo a Jordi Turull en una entrevista en El Nacional.
“Un poco de autocrítica no iría mal”, le espetaba el periodista
El extitular Presidencia contestaba: “La autocrítica se tiene que hacer, pero con el nivel de represión que estamos sufriendo me niego a autoflagelarme y menos en público. Si tenemos ropa sucia tenemos que lavarla en casa. ¿Habéis oído alguna autocrítica por la represión del 1 de octubre?”.
Eso es todo
Pero tras la aplicación del 155 nos estuvieron machacando con el “ni oblit ni perdó”
A los socialistas Albert Batet, entonces presidente del grupo parlamentario de Junts, llegó a llamarlos “carceleros” durante un pleno.
Como si fueran los del PSC los que los hubieran metido en la cárcel.
No, fueron los jueces. Y por unos delitos concretos.
Pero estaban convencidos de que no habían hecho nada malo.
Los socialistas tragan lo que sea.
Yo, no.
Ya se ve con los Presupuestos de la Generalitat.
Hay dos personas que no quieren elecciones anticipadas: una es Pere Aragonès, es lógico es el presidente.
La otra es Salvador Illa. No es lógico: es el jefe de la oposición.
El PSC no ha superado nunca el marco mental creado por Pujol.
¡Todavía se sienten culpables por Banca Catalana o la Loapa!
Van por el mundo pidiendo perdón.
Igual es que lo llevan en el ADN.
Nunca entendí lo de las dos supuestas almas del PSC.
Los que mandaban eran los de Sarrià: los Maragall, los Serra, los Obiols.
Al fin y al cabo la exconsejera de Educación, Clara Ponsatí i Obiols, es su sobrina del exprimer secretario del PSC. Todo queda en casa.
Luego ibas a la Fiesta de la Rosa de Gavà y te dabas cuenta de que ése era su feudo electoral: el Baix Llobregat.
Pero lo que decía: los dirigentes independentistas no es que no hayan hecho autocrítica es que además sabían de antemano que saldría mal.
Los dirigentes y los cooperadores necesarios, sobre todo los mediáticos.
Yo no me creo que gente con el nivel de Pilar Rahola, la perspicacia de Francesc-Marc Álvaro o la trayectoria de Carles Viver Pi-Sunyer no lo vieran.
Porque de palmeros no había sólo mediáticos sino también en otras ramas del saber.
¿Cómo hacer la independencia de un territorio con menos de la mitad de la población?
Porque los resultados electorales eran concluyentes.
En las elecciones del 2015 casi dos millones de votos a favor de la independencia de un censo aproximado de 5,5: 1,9.
En las del 2017, más de dos millones.
En las del 2021 superaron por primera vez el 51% pero con sólo 1,4 millones de votos.
¡La independencia no alcanzaba el 50% ni en las encuestas del CEO!
No se pude hacer la independencia de un territorio con la mitad de la gente.
¿Con el resto qué haces?
¿Los escondes debajo de la alfombra?
¿Los expulsas?
¿Los encarcelas?
Me ahorro otros factores como que, el Estado, no aparecía en la hoja de ruta.
No haría nada. Iba a ser un camino de rosas. Coser y cantar.
Y la soberbia.
El sabio catalán Josep Ferrater Mora (1912-1991) publicó en el año 1944 un ensayo plenamente vigente: “Les formes de la vida catalana”.
Lo hacía en Chile, en el exilio, porque era de los había perdido la guerra.
Pero es lo que pasa con los buenos ensayos: no pasan de moda.
Ya pedía entonces “a los catalanes que no se dejen llevar por la corriente peligrosa de la soberbia”.
“El catalán -añadía- roza simpe la fatuidad y la chulería”.
Pero, sobre todo, advertía contra la “preferencia por la fachada, la irremprimible tendencia a la presunción.
Artur Mas ejemplifica como nadie esta tendencia.
No en vano le ha quedado el apodo del Astut.
Menuda visión política.
Tenía que ser el David contra Goliath.
El “Carmeta, no en marxarà cap” en alusión a los bancos.
Según el Supremo fueron víctimas de una “ensoñación”.
Pero incluso en este caso los dirigentes del proceso y los “colaboradores necesarios” -como los llama Albert Soler en su último libro- son culpables.
No fue disonancia cognitiva, fue jeta directamente.
También dinero y ego. Lo bien que pagaba TV3. Todavía no sabemos qué cobraba la citada Pilar Rahola.
Los primeros crearon la burbuja mediática y la regaron con ingentes cantidades de dinero público: subvenciones, publicidad institucional, compra de ejemplares.
El famoso espacio comunicacional catalán.
Por eso, lo que más me duele a nivel personal es que, en la comedia -Terribas lo llamó a posteriori “vodevil- hayan participado periodistas.
Fueron tanto o más responsables que los políticos.
Había, ciertamente, una hoja de ruta: pero era hacia el despeñadero.