Entre las preguntas que hicieron a Oriol Junqueras los colegas de la prensa en su comparecencia desde la cárcel de Soto del Real eché en falta la más importante:
- ¿Se arrepiente?
O al menos:
- ¿Se arrepiente de algo?
Porque aquella noche en Palau, Marta Rovira iba diciendo a Puigdemont que si convocaba elecciones le llamarían “botifler” hasta en el último pueblo de Catalunya. Y Junqueras, a su lado, permaneció callado. No ejerció de líder.
José Antonio Zarzalejos lo resumía en un párrafo hace apenas una semana en El Periódico:
“El 27 de octubre del 2017 Oriol Junqueras no secundó al entonces presidente de la Generalitat para que convocase elecciones y evitase así, posiblemente, la aplicación del artículo 155. Marta Rovira -luego huida a Suiza- le urgió, lagrimando, que declarase la independencia de Catalunya, y Gabriel Rufián lanzó el intimidante tuit con la advertencia de la traición: "155 monedas".
"Aquel día -añadía- los tres republicanos representaron la radicalidad unilateralista frente a un Carles Puigdemont dubitativo y proclive a evitar la catástrofe política que, finalmente, se produjo.”
El propio director de la ACN, Marc Colomer, antes en el Ara, cuestionó nada más empezar la “falta de normalidad política que lamentablemete este formato de roda de prensa demuestra."
Al director de la Agencia Catalana de Notícies, como se sabe, lo nombra el Gobierno catalán.
Luego vino el resto de preguntas.
No sé si hubo mecanismos de selección entre el personal porque la mayoría eran medios proclives al proceso o hasta a Esquerra.
Junqueras hasta se alegro de verlos. No sé si habría dicho lo mismo de mí. No ha cambiado un ápice. Se le veía en forma. Respuestas quilométricas.
La ACN, que jugaba en casa, preguntó hasta tres veces. Luego Catalunya Ràdio, Rac1, Nació Digital.
Lo más escorado al otro lado fue La Sexta o la Ser.
En cierta manera la rueda de prensa confirma que los medios de comunicación han sido durante todo el proceso -y ya va para siete años- una correa de transmisión del poder.
El otro día le hicieron una entrevista a Elisenda Alamany, que se ha pasado de los Comunes a ERC, en El Periódico y no le peguntaron: "¿Usted es una tránsfuga?".
Al contrario, la última cuestión -sí, la última- era: “¿Mantendrá el acta de diputada?”.
Debía cantar tanto verla sentada al lado de la CUP en el hemiciclo del Parlament que al final ha renunciado al escaño.
Y a Jordi Salvador, cabeza de lista de ERC por Tarragona, lo entrevistaban en El Punt-Avui. Pero entre la quincena de preguntas no encontré ninguna en plan: “¿Al final, escupió o no escupió a Borrell?”.
Porque, en efecto, fue el del presunto escupitajo. Digo presunto.
Bueno, sí, salía al final. En la reseña biográfica: “En el Congreso, se hizo famoso cuando el ministro Josep Borrell lo acusó de haberlo escupido, gesto que siempre ha negado”.
Mal asunto cuando te haces famoso más por un incidente televisivo que por tu labor legislativa o iniciativa política.
Por lo que respecta a Oriol Junqueras, lo dicho.
En más de una hora y media de entrevista -hasta que inexplicablemente cortaron en TV3 y en Catalunya Informació- no detecté el menor atisbo de autocrítica.
De examen de conciencia.
Continúan siendo los buenos de la película.
“No he hecho ningún delito”, enfatizó a pesar del juicio en el Supremo. El fiscal le pide 25 años. Lo recordó él mismo.
La culpa del 155 -por supuesto- es del PP, del PSOE y de Ciudadanos.
Ellos no hicieron nada malo. Ni pasarse por el forro las cinco notificaciones del Tribunal Constitucional.
Están en la cárcel también por culpa de PP, PSOE y Ciudadanos que, como se sabe, manipulan la justicia a su antojo.
Una justicia que, por cierto, ha metido al cuñado del Rey en prisión.
O que ha acabado con la carrera política de Mariano Rajoy tras la sentencia del caso Gürtel. Fue el detonante de la moción de censura.
Junqueras ha entendido al menos que necesita “mayorías más amplias” para hacer un órdago al Estado con un mínimo de garantías de éxito.
Pero noté tambén en él la voluntad de identificar Esquerra con Catalunya más allá de los límites estrictos de la campaña electoral.
Un tic que ya tenía Pujol.
Como cuando dijo que “somos los más fieles al pueblo de Catalunya”.
Tenemos, en la política catalana, demasiado gente que quiere interpretar la voluntad de Catalunya en vez de la voluntad de los catalanes de carne y hueso.
También insistió que ERC es el único partido sin corrupción en ochenta años.
Bueno, 40 fueron bajo la dictadura. Siendo ilegales era difícil tener casos de corrupción.
Y olvida siempre a aquel consejero de Gobernación que hacía contrabando de tabaco en Andorra. ¡Con el coche oficial!
Aunque, desde luego, nada comparable al caso Palau. Y los seis millones que tuvo que pagar Convergencia. Por eso le cambiaron el nombre.
Por lo demás deslizó alguna indirecta suave a La Crida cuando afirmó que “lamentablemente hemos estado muy solitos” en la reivindicación de la independencia.
Los 30 segundos del TN mediodía de este viernes son demoledores para los intereses electorales de Carles Puigdemont.
Pero, de paso, creo que ayudó a hundir la campaña de Pedro Sánchez.
Ha quedado claro que estaban dispuestos a evitar un “gobierno de extrema derecha” en España en alusión a PP, Ciudadanos y Vox.
Puede servir como argumento electoral pero, a la hora de votar, los cordones sanitarios no sirven de nada.
Hasta Francis Fukuyama recordaba recientemente que “no todos los votantes de partidos populistas son racistas o xenófobos. Algunos todavía no se han enterado.
La prueba es que en Finlandia -la civilizada Finlandia- el ultra Partido de los Finlandeses ha quedado segunda fuerza política.
Sólo con una diferencia de unos 7.000 votos respecto a los primeros, los socialdemócratas.
No todos pueden ser racistas, xenófobos, ultras e islamófobos. Finlandia tiene, por cierto, apenas un 6% de inmigración.
Voy a acabar con una quiniela aunque no he acertado una en mi vida -tampoco futbolística-: Pedro Sánchez ganará pero no gobernará. Como Mas en el período 2003-2010. La historia se repite.
Pero sospecho que un gobierno duro PP, Ciudadanos y Vox es exactamente lo que quieren en Waterloo.
Poder decir: ¿Veis, todos los españoles son iguales?
Es la única manera de resucitar el proceso.