Tras el anuncio del pacto entre PP, Ciudadanos y Vox pillé un tuit del socialista Rafael Simancas en el que afirmaba que “el acuerdo de las derechas de #Casado y #Rivera con el franquismo en Andalucía es una traición a España, a los españoles y a nuestra democracia”.
No resistí la tentación de recordarle que no es una “traición”, simplemente es alternancia. Un ejercicio básico en democracia. Y falta que hacía en Andalucía tras 36 años de gobierno ininterrumpido del PSOE. En Catalunya Pujol gobernó 23 y luego pasó lo que pasó. Las trituradores de papel deben estar echando humo.
Quizá refrescar la memoria a los lectores -al menos a los más jóvenes- y recordar que Rafael Simancas fue aquel candidato del PSOE que en el 2003 se quedó a las puertas de la presidencia de la Comunidad de Madrid por la abstención de dos diputados, que se oponían al pacto con Izquierda Unida.
Periodísticamente el episodio fue bautizado con el nombre de tamayazo porque uno de ellos se llamaba Eduardo Tamayo. En las siguientes elecciones ganó Esperanza Aguirre. Duró hasta el 2012. Simancas hizo tan mal resultado que en las del 2007 acabó dimitiendo. En cierta manera encarnaba el declive del PSOE en Madrid, otrora un feudo electoral socialista como recordará Joaquín Leguina.
Mientras que en La Sexta de Antonio García Ferreras estaban también escandalizados: el pacto entre PP, Ciudanos y Vox fue definido como un“reparto de poder”. La nueva derecha europea ya no quiera acabar con el sistema sino mandar. Sospecho que si Susana Díaz hubiera tenido la posibilidad de gobernar con Adelante Andalucía -la marca blanca de Podemos-, lo habrían calificado de “pacto de gobierno”.
¿Pero que creen que fue el tripartito catalán? Pues eso: un “reparto de poder”. Con el agravante de que en realidad no eran tres partidos sino cuatro: PSC, ERC, ICV y EUiA. O sea que el número de cargos a repartir fue mayor. En algún caso hasta los duplicaron.
Lo que no entiendo son los remilgos de Ciudadanos a aceptar el pacto más allá del miedo a perder la etiqueta de liberal. Miedo escénico, sin duda. La izquierda política y mediática ha creado un marco mental en el que pactar con Vox en Andalucía es pactar con franquistas pero en Catalunya los mismos que lo critican han pactado con el otro extremo, con la CUP.
Y, de momento, hay una diferencia práctica entre unos y otros: no hay constancia todavía de que los de Vox hayan asaltado el bus turístico, atacado el bicing, intentado asaltar el Parlament o cortado la autopista quince horas con la tolerancia de los Mossos. Llegan a ser ellos los autores de la tropelía y Miquel Buch, el consejero de Interior, les hubiera mandado los antidistiurbios ipso facto.
Lo que tendría que hacer la izquierda, los analistas progres y otras cabezas bienpensantes es preguntarse como casi 400.000 andaluces han votado a Vox. Además, como la lotería, ha sido muy repartido porque han sacado representación en todas las provincias.
Quizás se les ha colado algún facha pero la inmensa mayoría de su electorado -también de sus dirigentes- deben ser clases medias. Hasta debe haber exvotantes del PSOE. Si no no se entiende que Susana Díaz haya perdido la escalofriera cifra de catorce diputados de una tajada.
Seguramente su protagonismo político y judicial con el proceso les ha reportado votos pero creo que ha sido más por su posición ante la inmigración. Es sintomático que en El Ejido fueran primera fuerza política con 7.300 votos. Esta localidad de Almería tiene casi un 30% de inmigrantes. Más porque las cifras oficiales siempre están por debajo de las reales.
En vez de plantear cordones sanitarios y otras zarandajas lo que tendría que hacer la izquierda -incluido el alcaldable de Ciudadanos por Barcelona, Manuel Valls- es preguntarse como sus votantes huyen despavoridos hacia formaciones de extrema dererecha en toda Europa.
Quizá porque se sienten abandonados por sus antiguos partidos. Es muy fácil hablar de inmigración o defender el refugees welcome si vives en Galapagar o en Sarrià. Ustedes ya me entienden. Véte tu a Salt quince días y probablemente te cambiará el chip en la materia. Pues eso.