Han bastado dos intervenciones para comprobar la deriva supremacista del independentismo.
Una la de la exconsejera Clara Ponsatí en el Parlamento Europeo.
Menudo estreno.
En apenas minuto y medio ha dejado el proceso en cueros.
No me extraña que no los quieran ni los Verdes
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, Ponsatí lo ha mezclado todo.
Los Reyes Católicos, la expulsión de los judíos, el antisemitismo, Adolf Hitler, la fundación Francisco Franco, los jueces españoles, los heroicos “Catalan teachers”.
Al final será verdad que hay adoctrinamiento en las escuelas. ¡Era la titular de Enseñanza!
Daban tanta vergüenza ajena que TV3 evitó recoger las afirmaciones más polémicas. Luego Toni Cruanyes va dando lecciones.
No sea que salte echa pedazos la imagen de Catalunya como una pueblo adulto, maduro y transveral.
Y de paso de la de un sol poble.
Porque lo que quería Clara Ponsatí era poner el proceso a la altura del Holocausto.
Sin embargo olvida algunos detalles.
Primero, que nos pese o no -fue el primer Trastámara- Fernando el Católico era el monarca de la Corona de Aragón.
Segundo, que los ingleses expulsaron a los judíos casi dos siglos antes que los españoles. Eduardo I firmó el decreto de expulsión en 1290.
Su intervención trasluce además la idea de que los catalanes íbamos por el mundo meando colonia.
Quizá recordar que Jaume I masacró a todos los habitantes de Mallorca tras la conquista de la isla.
Que en L’Alguer se habla catalán porque fue uno de los primeros espisodios de limpieza étnica de la historia.
Mientas que en Grecia todavía dicen a los niños que el hombre del sacó era catalán como consecuencia de las tropelías de los Almogávares.
Y eso que, en teoría, Clara Ponsatí era una de las eminencias grises del proceso junto a otros economistas como Carles Boix, Núria Bosch o Germà Bel.
De hecho integraban junto a Salvador Cardús, Ferran Requejo, Àngel Castiñeira o Pilar Rahola aquel think tank puesto en marcha por Artur Mas -el Consell Assessor per a la Transició Nacional (CATN)- que tenía que llevarnos a la independencia en 18 meses y sin efectos secundarios.
La otra es la de la alcaldesa de Vic y diputada de JxCat, Anna Erra.
Quizá recordar, de entrada, que encabeza aquel ayuntamiento que llamaba a la población a través de altavoces a no normalizar "la situación" de los presos ni “desviarse de nuestro objetivo: la independencia de Catalunya”.
En otra ocasión llenaron la Plaza del Mercado de cruces amarillas. Un conductor la emprendió un día contra ellas.
Y en otra inauguraron una campaña en la que te podías meter dentro de una cárcel figurada durante 24 horas para ver qué sentían los presos.
Yo mismo la vi en la localidad de Prats de Lluçanès (Osona) y me pregunté cómo hacían las necesidades más urgentes porque no vislumbré retrete alguno.
Supongo que la experiencia era tan incómoda que acabaron por acortar la estancia. Primero a tres horas. Luego a treinta mintuos. Sospecho que la iniciativa -otra de las ideas geniales del procés- ha pasado ya a mejor vida.
No me consta, en todo caso, que en Vic alcance la Tramontana ni el vendaval Gloria para explicar efectos tan devastadores.
Pero la alcaldesa -¡que tambén es maestra!- ha superado todas las expectativas. Ha hecho buena incluso Marta Madrenas o Aurora Madaula. Ha dejado atrás incluso Laura Borràs.
Tanto que luego se ha apresurado a pedir disculpas.
Da igual. El daño ya está hecho. No sólo a la imagen de los indepes en particular sino -lo que es peor- de los catalanes en general.
En una pregunta al Govern ha afirmado que “un defecto de los catalanohablantes es cambiar de lengua”.
“Pasarse directamente al castellano cuando el interlocutor que tienes delante es extranjero o simplemente no habla catalán”.
“Piensan que dirigirse a alguien en castellano es un acto de respeto y no es así”.
“Hemos de concienciar a los catalanes autóctonos -ha insistido- que hay gente nacida fuera de Catalunya que quiere y tiene que aprender el catalán”.
Curiosa ya la contradicción entre "quiere" y "tiene que".
“Hay que poner fin al costumbre muy presente en determinadas zonas del país de hablar en castellano con cualquier persona que por su aspecto fisico o por su nombre no parece catalana”.
Lo de "determinadas zonas del país" es una velada alusión a Barcelona y el área metropolitana.
Torra ya proclamó en su día que había abdicado de su capitalidad y que la nueva capital era Gerona.
Los barceloneses no son de fiar. No han abrazado nunca el proceso con entusiasmo.
Ernest Maragall no ha llegado a alcalde. Ni siquiera con las siglas de ERC.
Y el Ayuntamiento tampoco ha podido ingresar nunca en la AMI (Associació de Municipis per a la Independència) porque faltaban los votos necesarios.
¡Herejes!
No voy a entrar en todo caso en el debate de cambiar de lengua.
Cada cual que haga lo que quiera.
Éste es un país libre.
Felizmente en Catalunya todos somos bilingües.
El bilingüismo es una bendición.
A pesar del manifiesto Koiné, que firmó la citada Laura Borràs y la consejera de Cultura, Mariàngela Vilallonga.
Te permite leer a Vargos Llosa o a García Márquez en el original.
Ojalá fuéramos hasta trilingües. Dominar por igual el inglés.
Por no olvidar el francés -por proximidad geográfica- o el alemán -por su potencial en los negocios-.
Yo contesto como me da la gana. Sólo faltaría.
Aunque si veo que es un turista o no entiende el catalán rápidamente cambio de lengua.
Lo que es increíble es que, con la que está cayendo, los de JxCat conviertan esto en una cuestión parlamentaria.
¡El día que se suspende el Mobile éstos preocupados por temas como éste!
Porque subrayar que era una pregunta del partido en el gobierno. Estaba todo pactado.
Son aquellas que se plantean para lucimiento de la diputada o del Govern.
La propia Anna Erra había pasado desapercibida hasta ayer en la cámara catalana.
La consejera -incluso sonreía- ni siquiera la matizó.
Al contrario, ventiló el tema expresando su apoyo a la campaña -no en vano la puso en macha su departamento- y dando algunos datos estadísticos sobre los cursos de catalán.
Y los diputados de JxCat -no sé si sumaron los de Esquerra y la CUP- aplaudieron al final de la intervención.
Lo mejor fue la cara del presidente del PPC, Alejandro Fernández, que estaba justo detrás de la diputada. Los ojos le iban en todas direcciones.
Y lo peor que Anna Erra pedía “seducir nuevos hablantes”.
Al contrario. Van a conseguir que el catalán se convierta en antipático. Que genere incluso anticuerpos entre una parte de la población.
Recuerdo que en el 2016 Carod llamó a “despolitizar” el catalán.
Es lo más assenyat -juicioso- que ha dicho el exvicepresidente en mucho tiempo lo cual tampoco es difícil.
Tenía, en efecto, toda la razón del mundo.
Pero conseguirán justo el efecto contrario.
Los que tanto dicen amar el catalán lo acabaran hundiendo a este paso.
El proceso se lo ha cargado todo: los Mossos, TV3, la escuela catalana, la función pública.
Ya sólo falta la lengua catalana.