Voy a plantear una pregunta terrible para un catalán: ¿Sabemos gobernarnos?
¿La falta tradicional de profesiones vinculadas a la autoridad o al Estado -militares, policías, jueces, funcionarios- es un defecto congénito?
¿O es que realmente no sabemos ejercer el poder?
¿Y que por eso nos volcamos en los negocios? Que preferíamos, al fin y al cabo, ser comerciantes y botiguers.
Un poco la teoría de Vicens Vives sobre el Minotauro: la incapacidad manifiesta de ejercer el poder.
Basta con hacer un repaso de los últimos años.
Mas no pasó de las Leyes Omnibús, aquellas que tenían por objeto desmontar la obra legislativa del tripartito.
Pero no pasó de ahí. Luego se lió con el derecho a decidir.
Convocó dos elecciones anticipadas: una en el 2012 y otra en el 2015. Todo un récord para un gobernante.
Con resultados de sobras conocidos. Sobre todo para él.
La CUP lo mandó a la papelera de la historia. No ha salido de ella.
Puigdemont fue aquello de “referéndum o referéndum”. Estuvimos tres años sin Presupuestos.
Torra, la pancarta. Ahí sigue.
No hay más.
Todo ello, además, en una época en que el tiempo pasa más deprisa.
En plena revolución digital -ésta es la cuarta-, el resto de países no van a esperar a ver qué hacen los catalanes.
Si se van a poner los pilas o van a continuar mirándose al ombligo, quejándose todo el tiempo, echando balones fuera.
Por eso, hemos vuelto sin duda a los tiempos de la tribu.
Cuando Catalunya no estaba poblada por catalanes sino por ausetanos, bergistanos, layetanos, cosetanos.
Con la diferencia de que ahora no hay una decena sino básicamente dos: indepes y no indepes.
No farem res de bo.
Los países, para avanzar, necesitan grandes consensos sociales.
En cambio, nosotros hemos dedicado un montón de energías y tiempo a objetivos políticos inalcanzables.
Estados Unidos mandó un hombre a la Luna no sólo para joder a los soviéticos sino también porque había el consenso social necesario para hacer los sacrificios económicos y tecnológicos para emprender la aventura del espacio.
Aquí cada uno va a lo suyo. Y Qui no corre vola. Estamos perdiendo el tren. Me temo que definitivamente.