No tendríamos que hacer leña del arbol caído. Pero, francamente, tampoco me da ninguna pena que el exconsejero Santi Vila tenga que pagarse ahora de su bolsillo la defensa judicial por las obras de Sijena.
A una persona que ha tenido cargo público o electo desde el 2006 se le presuponen ahorros. No en vano fue diputado en el Parlament (2006-2013), alcalde de Figueres (2007-2012) y consejero sucesivamente de Territorio, de Cultura y de Empresa (2012-2017). Era una de las esperanzas blancas de Convergencia.
El gran error del soberanismo catalán -otro, quiero decir- ya fue convertir el retorno de los Papeles de Salamanca en una especie de casus belli. El Departamento de Cultura tuvo que publicar luego un anuncio en La Vanguardia porque no encontraba a todos los propietarios. ¿Si tu reclamas los papeles cómo te vas a negar a devolver después las obras? Sobre todo si hay una sentencia judicial de por medio.
Pero en esto, como en otros episodios de su carrera política, a Santi Vila le faltó firmeza. El más grave fue no haber dimitido a tiempo del Govern. Saltó del barco cuando el iceberg ya había impactado en el casco. Ha quedado en tierra de nadie. Ahora no lo quieren ni los unos ni los otros.
Con las obras de Sijena hizo más o menos lo mismo: trampejar. Viéndolas venir, porque las vio venir, intentó llegar a un acuerdo con el gobierno aragonés en el 2016 para la devolución de las 53 obras en litigio.
El Consell Executiu se lo tumbó por las presiones de Esquerra con Oriol Junqueras al frente. Entonces optaron por agotar la vía judicial. ¡Hasta recurrieron a un Tribunal Constitucional quer consideran deslegitimado! Era una causa perdida.
Todavía recuerdo que ERC apoyó, siendo socio de gobierno, el manifiesto en contra del traslado. Y presentó una pregunta en un pleno del Parlament con el único fin de dar un toque al consejero. Vila arrió las velas.
Con esta presión, acabó por desdecirse. Pasó de defender una “gestión conjunta” -una manera de devolver las obras sin que pareciese una derrota política- a decir que era una “temeridad” hacerlo. Todo para continuar en el cargo y hacer méritos ante la parroquia indepe.
¿Dónde están ahora los valientes? ¿Los partidarios del pit i collons? Del no afluixis. De llegar hasta el final. Muertos en el campo de batalla. Desaparecidos en combate. Por razones judiciales, políticas o incluso personales. Da igual.
El día que el gobierno catalán dio carpetazo definitivo al asunto ni siquiera compareció en la rueda de prensa para dar la cara. ¿Se imaginan a Churchill dando estos bandazos cuando Londres estaba bajo las bombas nazis?
Ya sé que no es lo mismo, claro, pero el liderazgo político se basa no sólo en la solidez de las propias ideas sino en su firmeza para defenderlas. Por esto vamos tan escasos de líderes en Catalunya.