Bueno, pues ya ven: Erdogan ha reconvertido Santa Sofía en mezquita.
De nada han servido los ruegos de la Unesco, de Estados Unidos, de la Unión Europea. De países ortodoxos como Grecia o Rusia.
Tampoco ha sido él sino el Consejo de Estado -el más alto tribunal administrativo del país- pero vista la tenue separación de poderes en Turquía creo que da igual.
Algunos manifestantes -según la crónica de El Periódico del día siguiente- recibieron la conversión al grito de "¡Allakhu Akbar!".
¿Que diría Mustafa Kemal Ataturk, el padre de la moderna Turquía, que reconvertió la basílica en un museo en 1935?
A mi memoria me ha venido la caída de la ciudad.
No es que asistiera al acontecimiento pero basta leer el clasico de sir Steven Runciman La caída de Constantinopla 1453 para hacerse una idea. La obra es de 1965 aunque hay un edición en castellano con prólogo de Antony Beevor (Reino de Redonda, 2006).
La mejor manera de rememorar el olor a sudor y a pólvora, la falsa seguridad tras los 20 kilómetros de murallas o las bravuconadas del genovés Giustiniani, que salió huyendo cuando resultó herido. Ya todo estaba perdido. Constantinopla fue abandonada a su suerte por Occidente.
“Uno de los ulemas subió al pulptió y proclamó que no había más Dios que Alá”, explica el autor cuando el sultán Mehmet hace su entrada solemne en Santa Sofía.
Tras la derrota, por cierto, fue ejecutado el cónsul de la Corona de Aragón Pere Julià junto a media docena de catalanes.
Fue tal el shock en la cristiandad que algunos situan el inicio de la Edad Moderna en la caída de la ciudad (1453) más que en el descubrimiento de América unos años después (1492).
Resultó ser el definitivo triunfo de la artillería y la consolidación de un imperio, el otomano, que tendría que durar casi cinco siglos.
Algunos como los húngaros (1541) o los austríacos -los asedios de Viena en 1529 o en 1683- sintieron su aliento en el cogote a pesar de estar en plena Europa central.
Los hay que hasta se preguntan porqué los húngaros recelan tanto de la inmigración musulmana pero basta leer a Sandor Marai (1900-1989) para entender que estuvieron a punto de desaparecer como pueblo. Les fue de un pelo.
Lo cierto es que, en esa época, Contantinobla era una fruta madura. El imperio bizantino había perdido toda opción de resistencia con la pérdida de Anatolia varios siglos anes.
Además ya había sido saqueada en otras ocasiones. ¡Incluso por cristianos! Como los cruzados en 1204.
Incluso los temibles Almogávares, nada más llegar en el 1303, dieron cuenta de unos cuantos genoveses.
Pero todavía me acuerdo del apoyo de la izquierda al ingreso de Turquía en la Unión Europea.
Pasqual Maragall, entonces presidente de la Generalitat, hasta hizo un viaje oficial y se entrevistó con el mismísmo Erdogan.
¿Por qué la izquierda está a veces tan alejada de la realidad?
¿Qué hacemos ahora? ¿Llamar a la guerra santa para reconquistar Constantinopla? ¿Otra cruzada?
No, por Dios -sea cristiano o musulmán. Bastante sangre se ha vertido ya.
Aunque la guerra santa, por cierto, la empezó el Islam. En las mismas zonas que vio nacer el cristianismo varios siglos antes.
¿Dónde están ahora los del buen rollo? ¿Los de la Alianza de Civilizaciones?
Esa iniciativa puesta en marcha por Zapatero -precisamente con Turquía- para desmentir el clásico de Huntington sobre El choque de civilizaciones.
Me temo que es más choque que alianza. Los turcos están ahora hasta en Libia. A doscientos kilómetros de la costa italiana.
En fin, vuelvo a la pregunta: ¿Te puedes fiar del Islam? ¿Incluso del Islam moderado si acaso existe? Ahí lo dejo.