Carles Riera, de la CUP, decía el lunes en TV3: “llevamos un año viviendo de símbolos más que de hechos y esto lleva a una gran frustración”.
Hay que reconocer que tiene más razón que un santo aunque seguramente le joda la comparación.
En el fondo todo es postureo.
Torra dice que hay que “atacar” al Estado pero no ha traspasado ninguna línea roja desde su elección el pasado mes de mayo.
Sólo palabras, declaraciones altisonantes, discursos encendidos: “implementar”, “poner en marcha”, “continuar adelante”.
Parece que, en la reunión con Pedro Sánchez en La Moncloa, dijo que él no tenía nada que perder.
Mentira. Es el miembro más rico del Govern: más de 700.000 euros de patrimonio.
No está nada mal para alguien que se ha dedicado al sector privado, a editar libros y luego a cargos oficiales. Primero al frente del Born y luego del Centre d’Història Contemporània.
Y ya dijo aquel consejero de Empresa, Josep Maria Baiget, antes de ser cesado fulminantemente, que una cosa es la prisión y la otra el patrimonio.
La única estrategia es intentar aguantar el máximo. Como mínimo hasta el juicio del 1-0.
A ver si unas sentencias duras reavivan el proceso. Pobres presos. Carne de cañón.
Por eso no paran de hacer llamamientos a la “unidad”, a “conjurarse”.
Pese a que han perdido ya media docena de votaciones en el Parlament.
Es un gobierno sin rumbo, sin liderazgo, sin acción de gobierno. Sense esma.
Es conocido que, desde la guerra de las Malvinas, el enemigo exterior siempre cohesiona. Aunque a la dictadura argentina le salió el tiro por la culata.
Pero el juicio se está retrasando.
Y la sentencia no estará antes de las municipales.
Aspiraban a ganar en Barcelona, a un vuelco republicano, a que unas elecciones municipales trajeran la República. Como si esto fuera el 36.
Puigdemont ya no sabe qué hacer con la Crida. Si seguir adelante definitivamente y enfrentarse a su antiguo partido.
Ni siquiera tienen candidato por Barcelona. Pilar Rahola difícilmente sacrificará lo que gana en TV3 por un resultado incierto. Manuel Valls acecha.
Y éste tampoco es el otoño caliente que anunciaron a pesar de que la propia cadena no pare de conmemorar el 1-0.
Eduard Pujol afirmaba el domingo, desde la jornada castellera de Santa Úrsula en Valls , que “el presidente Torra ha demostado decididamente su voluntad de hacer la república”.
¿Cómo? No han quebrantado ninguna ley. Ni la más mínima desobediencia.
¿Se acuerdan de que querían mandar mossos a Bélgica para hacer de escoltas a Puigdemont?
El Ministerio del Interior dijo que no. ¿Cómo vas a mandar policías a escoltar un fugado de la justicia?
El consejero Miquel Buch -el mismo que comparaba España con Corea del Norte- no se ha atrevido a desobedecer. Faltaría más.
Y el Consejo de la República -el último invento para mantener encendida la llama- ni siquiera es una iniciativa de la Generalitat para evitar la acción de la justicia.
En el fondo, todo son gestos de cara a la galería: el Foro Cívico y social, la Oficina de Derechos civiles, el comisionado del 155. No hay nada más.
De la Asamblea de Electos hablan poco. ¿Cómo la van a poner en marcha si ni siquiera se hablan en el Parlament?
El soberanismo ha empezado a vivir de la nostalgia.
Tarde o temprano tendrán que decirles a sus electores la verdad. Cuanto más tiempo pase peor para ellos.