Estaba ayer whatsappeando con un diputado del PSC cuando se me ocurrieron todos los errores de Salvador Illa.
Voy a mantener su identidad en secreto para no poner en riesgo su trayectoria política pero que conste que lo defendió a muerte, claro.
Son éstos:
1) Insistir en presentarse a la investidura tras los comicios del año pasado. Estuvo dando la tabarra durante semanas. Cuando todo el mundo sabe que -en el ordenamiento político catalán- no depende de él sino de la presidencia del Parlament, en este caso Laura Borràs. No lo propuso nunca porque ni siquiera tenía opciones.
2) Crear un gobierno alternativo. Muy en la línea de lo que hacen los anglosajones. Pero ya lo hizo Pasqual Maragall en su época y, al final, sirvió de poco nada. Algunos consejeros en la sombra ni siquiera llegaron a consejeros. A Illa le ha servido, de momento, para salir en alguna ocasión quince segundos por TV3.
3) Oposición ligth: difícilmente busca el cuerpo a cuerpo con Pere Aragonès y, si lo hace, acaba ofreciendo pactos y diálogo. Generalmente muy flojo en las sesiones de control. No se aparta del guión.
4) Insistir en pasar página. Sobre todo con TV3. No: primero hay que pasar factura y luego ya pasaremos página. Al fin y al cabo el independentismo no ha hecho ni siquiera autocrítica. Envalentonados también por indultos, sedición y malversación a cambio de nada. Basta recordar que el portavoz de Junts, Albert Batet, llegó a llamarlos "carceleros" en sede parlamentaria. Pero los socialistas catalanes tragan.
5) Hombre de partido: no en vano fue secretario de organización del PSC. Parece que lo que más le importe es que Pedro Sánchez se mantenga en La Moncloa -con los votos de ERC-, no alcanzar la Generalitat. Demasiado obediente.
6) Puenteo sistemático desde Madrid. El eterno problema del PSC: Pujol ya los puenteaba con Felipe González lo que pasa es que ahora es La Moncloa lo puentea Pere Aragonès o, peor todavía, con Gabriel Rufián. La prueba es que el PSOE volvió a pasar de “la crisis de convivencia” al “conflicto político” y que Aragonès ha pasado olímpicamente de la mesa entre catalanes propuesta por el líder del PSC.
7) Negocar mal la renovación de los órganos de la Generalitat: es cierto que algunos llevaban cuatro años pendientes pero al final parece que sólo ha servido para colocar a los suyos. La exconsellera Carme Figueras; y Lluís Garriga, exjefe de prensa del partido, en el consell de govern de la CCMA. Enric Casa y Rosa Maria Molló en el CAC, donde ya había estado Figueras, por cierto. Aquí, como mínimo, podrían haber exigido la presidencia -que tiene voto de calidad- para preservar la neutralidad de TV3. Poro ni eso. La Síndic de Greuges, Esther Giménez-Salinas, y el presidente de la Sindicatura de Comptes, Miquel Salazar, inciden poco en la política diaria.
8) Y el pero de todos: Ni Salvador Illa ni el PSC han superado el marco mental creado por Jordi Pujol en el que los catalanistas son los buenos y todo el resto los malos. Todavía van por el mundo -por Catalunya- pidiendo perdón. Hasta que no lo hagan no serán alternativa: pueden ganar las elecciones y los barómetros del CEO pero para gobernar siempre necesitarán Esquerra. De hecho, el último -el del pasado mes de noviembre- les da entre dos y ocho diputados más. A todas luces insuficiente. Es el gran éxito de Pujol: El PSC, por sí solo, no es alternativa. Ya pasó con Pasqual Maragall.
Mucha suerte. Yo le voté el año pasado. No volveré a hacerlo.
