La presión ambiental en Catalunya a favor de los indultos es tan elevada que hasta Duran ha sucumbido a ella.
¡El bueno de Duran!
El mismo al que arrojaron monedas en la manifestación contra la sentencia del Estatut y tuvo que salir por patas. (Complicado en este caso porque se recuperaba de una lesión e iba con muletas).
El mismo que advirtió en el 2017, en forma de libro, que nos meteríamos “un pa com unes hòsties”.
O el que, en las memorias (2019) denunciaba que vivió un “auténtico asedio del mundo independentista” (pág. 21) o que todo el proceso era una nueva forma de populismo.
Por eso no se entiende la opinión de Duran. O síndrome de Estocolmo o agradecimiento.
No quiero ser malpensado pero en enero del 2019 fue nombrado miembro del consejo de administración de AENA.
¡Hay que ser agradecido!
Y el PSC recogió los restos de Unió. Desde entonces, Ramon Espadaler ha renovado su escaño dos veces.
Lo bueno es que Duran lo justifica por la “utilidad pública” que, en su opinión, pueden tener para Catalunya, para España e incluso para Europa.
Aunque no se le ve muy convencido. “¿Realmente servirán para este buen fin? ¡No lo sé! Creo que sí, aunque mi afirmación solo tiene el valor de una opinión”, se pregunta.
Parece cómo si se lo hubieran pedido. Favor por favor.
¡La presión a favor de los indultos es tan alta que hasta se han apuntado los empresarios y los obispos!
Señal de que la manifestación de Colón no fue tan mal como dicen.
Moncloa, en efecto, ha tenido que poner toda la carne en el asador. Hasta le han organizado un acto a Pedro Sánchez en el Liceo el próximo lunes.
Lo avanzó ayer La Vanguardia en su edición digital. No en balde, en el tema indultos, van de la mano.
Pero a quien tiene que convencer Pedro Sánchez no es a la sociedad catalana, sino a sus votantes de Madrid, de Andalucía, de Extremadura, de Valencia.
Yo diría que incluso a buena parte de los votantes de Salvador Illa de las últimas elecciones.
Los indepes, a pesar de que conceda los indultos, no le votarán. Más bien será un inyección de ánimo.
Tengo para mis adentros que los indultos, para bien o para mal, marcarán la legislatura.
Serán como la guerra de Irak de Aznar pero en versión socialista.
¿Se acuerdan? Aznar se empeñó en aliarnos con Estados Unidos.
La verdad es que pudo haber salido bien o pudo haber salido mal.
Hasta lo dice Jordi Pujol en su tercer volumen de memorias: “fue una apuesta que finalmente fracasó, pero que podía no haber fracasado” (pág. 78).
De no haberlo hecho habríamos dado un salto de gigante en política internacional. La foto de las Azores sería venerada. Y ni nos ningunearía el rey de Marruecos ni las reuniones con Biden serían 29 segundos de pasillo.
Pero salió mal. Tampoco se puede cimentar una política exterior en mentiras y falsas verdades. Las armas de destrucción masiva de Sadam Husein fueron un cuento chino para justificar la invasión.
Pues eso: las protestas de la guerra de Irak fueron una piedra en el zapato de Aznar. Más que un piedra, una verdadera cantera.
Es cierto que la izquierda política y mediática -había alcanzado mayoría absoluta en el 2000- vieron que era una ocasión de oro para sacarse la espinita y desgastar Aznar. Eso amplificó las protestas.
Pero también había un sentido general en la opinión pública -la auténtica, no la publicada- en contra de la intervención. No hay nada más fácil que estar a favor de la paz.
En resumen: se puede gobernar a favor de la gente e incluso sin pensar en la gente como hacen algunos pero es muy difícil gobernar en contra de la opinión de la gente.