Una de las posverdades del proceso es que era un movimiento de abajo a arriba.
De la sociedad civil.
Que los partidos no tenían nada que ver.
La gente, que les empujaba.
Era falso, claro.
Recuerdo que una vez, cuando era vicepresidente, Carod-Rovira dio una conferencia en el auditorio de la Pedrera invitado por Òmnium.
Al cabo de un tiempo les llegó a la entidad la factura del alquiler del local y se sorprendieron.
Creo que, de una manera u otra, la reenviaron a Vicepresidencia porque costaba un pastón.
Sin olvidar que la ANC y Òmnium los tenían todo el día en TV3 dando la matraca.
En cierta manera eran la conciencia crítica del proceso. Incluso una especie de Parlamento bis.
Pero, paradójicamente, ahora esta tendencia se ha invertido.
Pequeñas entidades como Asociación por una Escuela Bilingüe (Ana Losada) o Impulso Ciudadano (José Domingo) han conseguido éxitos notables.
El fin de la inmersión, por ejemplo, no es obra de Ciudadanos ni del PP ni siquiera de Vox
Y mucho menos del PSC, que está a favor.
Tampoco de los sucesivos gobiernos de Aznar, Zapatero, Rajoy o Sánchez.
Si no de estas entidades casi semi-clandestinas en la Caalunya actual que, sin salir en TV3, con mucho esfuerzo, sin subvenciones y la ley en la mano han conseguido capigrar la situación.
Me quito el sombrero por ellos. Esté o no esté a favor.
Aunque, en este caso, yo siempe he defendido el fin de la inmersión.
Especialmente desde que a una consejera de Educación le pregunté "Do you speak English, consellera" durante una rueda de prensa y no supo qué contestar.
O incluso antes: 33% de catalán, 33% de castellano y 33% de inglés.
Y con profesores nativos. Importados de Irlanda si hace falta. Nada de gente con el First.
En caso contrario quizá salvaremos el catalán pero hundiremos Catalunya irremediablemente.
En fin: han marcado el camino.
Esto sí que es David contra Goliath, lo lo que decía Artur Mas.
Me alegro por ellos.
El mundo es de los audaces. No de los que se ponen a llorar.