Parece que tarde o temprano Vox llegará a La Moncloa.
Y, si el PP no espabila, lo ahora en la posición dominante.
Hasta ahora se contentaban con influir desde fuera.
Como en Andalucía o en Madrid.
Pero Castilla y León marca la línea roja.
Ahora quieren mandar. Tocar cuixa, que decimos en catalán. Tocar poder.
Porque desgasta más estar en la oposición que en el poder.
Ya sé que Vox está en un extremo del arco ideológico.
Y que generalmente las elecciones se ganan desde el centro.
Pero hay dos aspectos en los que baso mi opinión.
Primero, que tras períodos de laxitud vienen períodos de autoridad.
La teoría del péndulo. Tan habitual en política.
La segunda, que la izquierda es una izquierda caviar. La gauche divine.
Tras tras la caída del Muro de Berlín se quedó sin argumentos.
De pronto y porrazo descubrimos -los intelectuales, los medios, los progres- que al otro lado se vivía peor.
Y lo rellenaron con otros argumentos.
Zapatero fue el ejemplo arquetípico.
Sobre todo durante la segunda legislatura.
Fue la época de las cuotas de género, los matrimonios homosexuales, el gobierno Vogue. Las políticas sociales, en definitiva.
Pero en plena crisis -estalló en el 2008-, ZP todavía hablaba de "desaceleración".
Recurrió a Keynes -el famoso Plan 2.000- y se hizo fotos en La Moncloa y en Nueva York con banqueros para tranquilizar a los mercados.
Llegó a decir, antes de la crisis bancaria, que “España tiene el sistema financiero más sólido de toda la comunidad internacional”.
Además, gafe.
Ahora, los conceptos clásicos de los inicios de la Transición -libertad, igualdad, fraternidad- ya no sirven.
La gente -incluidos los votantes del PSOE- están por otras cosas: la inseguridad ciudadana, la inmigración irregular, las okupaciones.
¡Hasta en Madrid votaron a Ayuso!
La izquierda todavía no lo ha entendido
Por eso Vox puede llegar a La Moncloa.
Cuando lo entiendan ya será tarde para ellos.